viernes, 21 de diciembre de 2012

Un año más.

He adquirido la fea costumbre de felicitar públicamente la navidad a través de un escrito que suele ser una declaración de intenciones. Yolanda recordará como, con una inmensa resaca, un año pedí algunas cosas que se cumplieron como que a los americanos se les atragantara Irak como les pasó con Vietnam; que se acabara el reino del dinero y el materialismo (ésto más bien forzado por la crisis económica -que no "crisi" señor Feijoo- y la falta de él) y algunas cosas más que no se cumplieron, como el fin de la guerra bautizada eufemísticamente como conflicto, entre Palestina e Israel, ó que reinase la meritocracia en Galicia en lugar del nepotismo, enchufismo y padrinazgos que aún tiene vigencia, y por toda la pìel de toro, me temo.

Esta mañana me desayunaba con la noticia de esa famosa asociación belga (creo que es belga) que denunció a las compañías de seguros por cobrar menos a las mujeres en las primas de automóviles y supe que vamos a empezar a pagar un 11% más por los seguros del 2013. ¿Por qué no presenta esa misma asociación y también por desigualdad de género una querella contra las empresas europeas que, para igual puesto y formación, pagan entre un 15 y un 35% menos de salario a las mujeres? Digo yo que si tenemos que pagar lo mismo que ellos deberíamos cobrar igual. Y éste es un tema que debería estar en la agenda de los políticos a los que votamos, como lo estuvo en el siglo XIX y principios del XX, la consecución del voto femenino. Y, lo peor, no veo yo que sea una prioridad. 



La navidad. Este año es más plácida. Quizá porque el mes de noviembre volví a estrellarme, cayéndome por las escaleras de un parking público, y salí indemne una vez más del tercer y, espero, que último accidente del 2.012 y la crisis de melancolía, el cansancio y el hartazgo los sufrí en ese mes, igual que en verano cuando me caí de la bicicleta; o en enero, cuando un recien despedido, que iba ido y disgustado, tuvo la mala fortuna de golpear su coche contra el mío.

 Mi fisioterapeuta se ha echado unas risas conmigo, eso es verdad, y hemos trabado amistad; nos hemos confesado mutuamente; nos hemos irritado con cualquier cosa, y me ha hecho sentirme muy próxima a él y a su manera de pensar, demostrándome que no hay salto generacional sino de formación e inteligencia, dado que él no llega a los 25 y yo he rebasado los 45 años.

¿Qué se puede desear para el 2013 sino sobrevivirlo y salir intacto? Mantener el trabajo, la pareja, la familia; que seamos los mismos el próximo año, que nadie enferme gravemente o desaparezca accidentalmente o después de una larga o corta agonía. Que a nadie se le diagnostique una enfermedad crónica, degenerativa, sin cura. Que ningún hijo decida poner en riesgo su vida, o echarla a perder.  Que ningún padre decida enfermar y sufrir ante los ojos de los suyos. Que ningún abuelo se vaya, justo ahora que acaba de jubilarse. Que nadie se amargue la vida o procure no hacerlo. ¡Ésto es lo realmente importante!

Lo que le está ocurriendo al mundo en el que vivimos también lo es, por supuesto. Este recorte salvaje en la cultura, la investigación, las universidades, la educación en general, la sanidad, la dependencia, la asistencia social y las ayudas. Todo menos en salvar a la banca y a los que han provocado esta estafa que han denominado crisis. ¡Y lo bien que les está saliendo!

Una crisis que es un acto terrorista sin límites, que está llevando a tanta gente a claudicar y quitarse de en medio pero, y éso lo sabe cualquiera, el suicidio es la primera causa de muerte en las sociedades desarrolladas y opulentas. Y éso da que pensar. Probablemente, no se le presta la atención que merece a la salud mental, no os quepa duda, pero una sociedad que no sabe hacer felices a sus ciudadanos es una sociedad fracasada, y ésta lleva algún tiempo perdiendo miembros.

Hubo un tiempo en que éramos más pobres y mejores personas porque, es cierto y demostrable, cuánto más rica es una sociedad es también más egoísta, insolidaria, más individualista y  menos humana. Habrá gente que me diga que hay crisis y empobrecimiento y tendrá razón, pero prestad atención a las palabras de ese jugador de baloncesto, apodado "baby face",  Dontaye Draper, que se crió en West Balimore,. una especie de infierno en la tierra, magníficamente retratado en The Wire. "Yo miro a mi alrededor y no veo esa crisis. Por la calle, en la ciudad, tampoco. Las casas están bien. No voy a compararlo con Baltimore, tío, pero yo sé lo que es la pobreza y la pobreza se ve”.

Y sí, tiene razón pero también es cierto que, como dice Emilio, todos hemos descendido un escalón social. El que era clase media alta se ha quedado en simple clase media. El que era media se ha ido a la media-baja; el que era clase baja está en el umbral de la pobreza. Sólo se salvan las clases altas, alguno de cuyos miembros se está haciendo aún más rico con esta estafa llamada crisis, porque es impensable que una crisis global, como ésta, tenga como consecuencia que la brecha entre ricos y pobres sea cada vez mayor y, lo más terrible, que estemos permitiendo que liquiden nuestro sistema de salud, de justicia, de educación, nuestra cultura subvencionada ( ¿y por qué no si las mayores subvenciones las cobran grandes empresas privadas que a cambio practican ERES salvajes? ) para que los mismos que se están enriqueciendo lo sean más aún a costa de cobrarnos todos estos servicios, y al precio que a ellos les parezca.

Preocupaos de cuidar vuestro entorno, de sonreir y canturrear por las mañanas; de cruzar cuatro palabras con el vecino en el ascensor, aunque sólo sea, "¡vaya frío que hace hoy!".

 Soñad, intentad hacer realidad vuestros sueños, aunque no lo consigais, pero no dejéis de soñar y, sobre todo, que nadie os diga que no sirve para nada salir a la calle a gritar, a protestar, a hacernos ver para que los mercados, el FMI, LA UE, el gobierno español o el alemán sepan que  no nos vamos a callar,  que seguiremos resistiendo, que seguiremos en pié de guerra para recuperar cada uno de los derechos que nos están quitando y que, si es verdad que España es un experimento en Europa y lo es, no nos vamos a quedar tranquilamente en nuestras casas, impávidos, mientras nos afean la conducta y nos dicen que salimos caros. (¡Ay qué ganas de unas cuántas barricadas! A veces, cada día lo tengo más claro, una demostración de fuerza es necesaria. Quizá debamos enseñar un poco los dientes, hacer que tiemblen en sus sillones quienes deciden quitárnoslo todo).

De manera que, una vez más, os deseo que seáis felices y que lucheis por defender lo que es vuestro. Puede que los que nos gobiernan piensen que somos tontos o menores de edad, pero no es cierto. Espero que estemos a la altura para rebelarnos contra lo que viene, que será aún peor. Las generaciones futuras,  mis sobrinos, vuestros hijos,  no nos perdonarán esta abulia, esta falta de compromiso, estas tragaderas. Aunque sólo sea por ellos, no dejéis de luchar por el futuro, para que la liquidación de nuestros sistema de protección, del mundo tal y como lo conocemos, que  ha empezado ya, y bastante antes del 21 de diciembre, se detenga algún día. Y, sí se puede, y sí, hay dinero.

 Yo, personalmente, no voy a transigir con todo. Lo tengo decidido, y es una metáfora, moriré matando.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Un poco de respeto

D. es fuerte y sensible. Un amigo con letras mayúsculas. Esta gente con la que comunicas tan bien (tan escasa) que cuando estás con ellos eres más tú, y te hacen sentirte tan bien en tu piel, y te entienden, y diría que hasta comparten maneras de entender la vida  (maneras de vivir que diría su admirado Rosendo).


Tras trabajar más de 20 años de su vida de forma ininterrumpida, lo acaban de despedir.   D. confía en sus recursos, sus intereses, sus aficiones y sus conocimientos para salir adelante, pese a la crisis y los augurios; contemplando todos los escenarios posibles  y,  todo ello,  pese a ese terrorismo informativo que se practica desde algunos medios de comunicación, que nos negamos a leer, ver o escuchar cada vez más gente, y que sólo vende miedo a lo que vendrá.

Como decía una mujer muy sabia, "Deixade de falar da crise que eu teño bastante con vivila"; ó la también conocida. "Non sei se acabei de ve-las noticias ou acabaron elas comigo".

Pues claro que lo sabemos. Será peor 2013 y puede que 2014 pero nosotros no nos hundiremos; no pensamos hacerlo dando la batalla por perdida sin haberla siquiera planteado. Nada es irremediable, ningún proceso se decide de antemano.

Todos podemos cambiar la realidad que se nos impone si queremos hacerlo.  D. se irrita con lo que está pasando y no entiende, por ejemplo, que la respuesta a que las tasas universitarias suban sea matricularse en menos asignaturas; no aprueba estas tragaderas nuestras y  no comparte ciertas letanías de la época, esas frases que son ya lugares comunes  y que gente que dice pensar, conocemos y queremos, repite como un mono de feria, aunque no sean  ciertas.

"Un poco de respeto (eso que tanto escasea) pide D.  antes de concluir que por tener 47 estoy acabado". Estoy con D. y sé, porque nos ocurre, que no se mantiene ese espíritu de forma lineal, sin dudar, sin un sólo ataque de vértigo.  Y no seré yo quien le diga a D. que, contemplando todos los escenarios y con los piés muy pegados al suelo, no esté cargado de razón. No puedo estar más de acuerdo con él.





domingo, 28 de octubre de 2012

Madurez, dolores e incertidumbre




Hay momentos grabados a fuego en mi mente, como aquella noche hace tantos años, bajo una marquesina  de un paseo marítimo, con aquella furia de viento y lluvia que había  expulsado a cualquier visitante que se aventurase  a enfrentar un clima tan duro, inusual en pleno mes de junio. Un vecino del lugar, no me cabe duda, saludó bajo su paraguas, navegando contra el viento, en posición de ataque o de defensa, en función de la dirección de las ráfagas,  haciéndonos saber con un gesto de su mano que nos estábamos mojando y que poco podía hacer aquel invento bajo el que nos refugiábamos en días como aquellos.

Le vimos pasar y seguimos hablando de nosotras. No sé si nos reímos, quizá sí, un poco. Recuerdo su frase.  "De todos los hombres que han pasado por tu vida ninguno te ha llegado a la suela de los zapatos". Y como lo dijo, con esa mirada desafiante suya,  agarrándose a mi mano y apretándola, para convencerme de que no pretendía consolarme; de que era verdad, su verdad, y debía comenzar a ser la mía. 

Recuerdo su primera mudanza, la rapidez con la que se produjo todo. Hombres entrando y saliendo, vaciando cajones, preguntando y, si no obtenían respuesta, tomando decisiones rápidas. Había que llenar el camión y se trabajaba contra reloj. Recuerdo su desesperación, sus gritos; las risas también, estábamos desbordadas. Yo había ido a ayudarle pero aquel torbellino de gente nos superó y decidimos dejarnos ir, echarles una mano y reírnos a carcajada limpia, de puro nerviosismo. Nos miraban como a dos extraterrestres pero éso nunca nos ha importado mucho. Juntas siempre nos hemos sentido muy fuertes frente a quien fuese. Recuerdo su frase final, "mi vida en cincuenta cajas" y aquella despedida, la primera de otras muchas. 

Hay muchas mujeres importantes en mi vida pero con ésta siempre he tenido un hilo invisible que me ha unido pese a la distancia, el tiempo, y los desacuerdos. 

Nos recuerdo con una amiga francesa, casi 15 años mayor que nosotras, con un gran afán pedagógico, siempre recomendándonos cine y literatura, que nos sentó una tarde en el salón de su casa para ver, "Érase una vez en América".  En realidad, sólo nos quedamos con unas pocas  frases del guión.

 "- Se conoce a los ganadores en la línea de salida. A los ganadores y a los perdedores. (......)
-Yo lo hubiera apostado todo por ti.
- Y lo habrías perdido todo".

Acabábamos de vivir el último "fracaso" laboral en una profesión que se cimenta, nos guste o no, sobre los que resisten contra viento y marea  y gente, válida o no, que prefiere  desistir. Recuerdo dos frases de periodistas que le tienen mucho cariño. La primera de ellas."Los que se dan por vencidos son los primeros en caer" y, la segunda,  "uno nunca deja de ser periodista, quiera o no, si de verdad lo lleva dentro".

Creo que necesito recordárselas porque el otro día me citó, de nuevo, las famosas frases del guión con las que nos torturamos unos años. Será la nostalgia que aqueja en la madurez, digo yo. 

Mi amiga se asomó a mi vida una tarde de un viernes de junio en 1984, porque quería unirse a nuestro grupo de osadas estudiantes de primero, que tenían un programa de humor en una Radio Libre de Getafe. Se llamaba  "Como ligar en diez días"  y pasó sin pena ni gloria, si no recuerdo mal, pero nunca me reí tanto construyendo aquellos guiones surrealistas y aguantándome la risa cuando Pili (¿qué habrá sido de ella?) con aquel acento tan castizo plagado de jotas y esa simpatía, les decía con todo el descaro a los chavales de los 80 lo que querían las mujeres, es decir, lo que queríamos nosotras. 

Éramos tremendas. 

La recuerdo después, enamorada patológicamente y  a la deriva, de un hombre al que su padre, dada la diferencia de edad entre ambos, y de esa relación extraña que los padres latinos tienen con sus hijas, no le deseó nada bueno, pero jamás intervino. La ví herida, llorosa, identificada con la Magnani en la película de Rossellini, L'amore que estuvo destripando unos cuantos días, obsesivamente, y la acompañé porque sabía que, a pesar de destrozarla de arriba a abajo, aquella relación tendría un final, y así fué. 

Ella estuvo cerca cuando me tocó a mí ser la sufriente, la que se bautiza en querer a alguien que no te quiere; o te quiere mal, o poco, o anda tan perdido con la furia de tu entrega que no sabe si quedarse o marcharse, y acaba por estar ahí como podría haber estado en cualquier otra parte. 

Ella y su marido me acompañaron en momentos de mucha zozobra, recordándome una y otra vez que aquello se acabaría y saldría adelante, y volvería a ser la misma u otra mejor y más sabia, que es lo que otorga el sufrimiento, una sabiduría que no está en los libros, porque la felicidad, creo que los tres lo tenemos muy claro, no enseña nada. No sé si por suerte o por desgracia ninguno ha tenido una vida plácida pero, a cambio, tenemos una buena resistencia psicológica. 


El cariño y la comunicación, me lo decía hace poco en un mail que me hizo llorar, ya que estamos a miles de kilómetros, ha sido nuestro nexo de unión. Me lee de un vistazo y, como dice D., con unas pocas palabras, deshace los nubarrones de mi cabeza.

 Son muchos años ya y, seguro que cuando lea ésto, ahora que estamos las dos dolientes, (Yo del brazo izquierdo, lo mío va de brazos y de dientes, y ella con su pierna; en momentos tan parejos de algo de dolor y mucha incertidumbre), me recordará la cantidad de momentos en los que nos hemos "jartado" de reir.  El día que nos escondimos tras unas columnas de la estación de Atocha para escapar de unos "pájaros" a los que no queríamos ver delante;  las noches bailongas cerrando locales y convenciendo al encargado para que nos dejara  pinchar; la tarde que me puse a bailar una muiñeira encima de un palco improvisado en la Alameda de Vigo, mientras ella no paraba de reír,  porque me retó, y una es tremenda cuando la retan; la noche que gritaba enloquecidamente por las calles de A Coruña, con unos vasos encima, todo hay que decirlo, porque  quería pulpo y acababa de descubrir que le encantaba pero aún no sabía, con diecinueve años, que a las dos de la mañana no hay "pulpeiras", o no las había en aquella época; los primeros logros profesionales; los amores de verdad; las noches de Madrid, el descubrimiento de la radio, que a las dos nos enganchó como una droga; los viajes juntas o solas;  los proyectos, inacabados o no, o las interminables llamadas de teléfono, mails o skypes, para mantener vivo el contacto. 

Y la última, muy divertida, en la que intentando salvar un bogavante del Cantábrico de la pesca ilegal de uno de estos turistas franceses, que sólo son muy civilizados en su país e hizo caso omiso de nuestra advertencia,  nos condujo hasta  el cuartel de la Guardia Civil dispuestas a que lo encarcelasen, como mínimo. Nos recuerdo gritando en el patio, mirándonos serias, cual integrantes de una asociación ecologista radical, a punto de levantar de la siesta al cabo, que nos miraría con desgana, pero no hubo suerte, o sí, porque no vino nadie. "Vaya seguridad", dije yo, "nos podemos llevar lo que queramos" Puertas abiertas a todos los despachos, los recorrió con furia y arrojo, gritando, "¿Hay alguiiieeennn aquíii, pero donde coño se mete la gente?" , hasta acabar poco después mirándonos en aquel patio desolado, riéndonos de la situación, de nosotras mismas, y escapando hacia el coche, antes de que apareciese algún hombre uniformado. 






martes, 16 de octubre de 2012

Pérdidas



Hay cosas que uno tiene que vivir en sus carnes para entenderlas. A veces, basta con tener algo de empatía y olfato, al menos con los amigos, con la familia o lo que yo llamo mi gente.

Entre ese grupo de personas hay una familia monoparental que ha sufrido una terrible pérdida. Dos niñas de cuatro y ocho años se quedaron sin madre de la noche a la mañana. Su entorno las protege, las mima, las cuida…Procura regalarles una infancia feliz.

Lo llevan bien. Los niños y su capacidad de adaptación nunca dejarán de sorprenderme. Los ves con ojos de adulto, temes que pierdan pié y, se reponen antes de que tú te des cuenta.

En cualquier caso, y debe ser porque no tengo hijos, acabo de descubrir  que nunca se recupera uno del todo de la pérdida de una madre.

 La niña de ocho años, ya nueve, necesita muchas veces monologar sobre la maternidad, repetir una y otra vez que ella ya no la tiene; dejar claro que no conoce a nadie que esté en su misma situación. La dejo hablar. Supongo que le vendrá bien. A veces he pensado en decirle que una madre es una mujer a la que admirar e imitar, pero temo que me diga que ella quiere la suya y no una sustituta de quita y pon.

La pequeña es un misterio. Parece haberlo aceptado bien pero no se expresa igual, con la misma facilidad. Y cuando lo hace nos deja a todos, me deja a mí, tragando saliva, sin palabras.

Estuve hace unos días con ellas en su casa y percibí cosas sin quererlo. Lo pasábamos bien, nos reíamos. Que quede claro que detesto el dramatismo pero estos días, poco a poco, ha ido creciendo dentro de mí una desazón extraña.


Estoy tan tranquila y, de repente, como un fogonazo, las veo ahí, diciéndome cosas. Veo al padre, ejerciendo de padre y madre 24 horas, y veo su casa, y ahora tengo claro que esa extraña sensación que se respiraba por todos los rincones es  la ausencia de una madre, que no hace tanto que se ha ído. 

Y de repente me digo que no puedo sustraerme a lo que nos está pasando, en realidad no quiero. La estafa que llaman crisis, los recortes, el miedo paralizante, ese túnel sin fondo y sin salida. Pero procuro tomármelo con muchísimo sentido del humor. Y, a veces, lo consigo. Gracias a gente como Dávila o Forges o incluso el Roto.(O de muchísimos comentarios de gente ocurrente como ella sola, que lees por ahí, en redes sociales, en una pancarta, en una pintada callejera; en una columna de opinión).

Sin embargo, este peso que llevaba dentro y acabo de soltar es algo que se sobrepone a todo lo demás. Minimiza y reduce a nada cualquier otra preocupación.  


Miro el futuro de estas niñas con optimismo, tienen gente estupenda en su entorno, que por pura intuición lo están haciendo muy bien.  Pero, a veces, muchas veces, tengo que pararme a pensar antes de responder a una niñas de nueve y cinco  años, para ser siempre positiva y transmitirles fé en la vida que les espera, incluso aunque su madre no esté ahí para verlas.
   


lunes, 8 de octubre de 2012

La marca España

Los periódicos se nos caen de las manos, hace falta un periodismo crítico que apenas se hace o no se permite hacer. Me consta que hay buenísimos compañeros, al menos en las redacciones de Galicia, que son las que conozco. Es más, se laminan a buenos periodistas a través de  una profusión de Expedientes de Regulación de Empleo.

Ahora que lo pienso, ¿Qué amigos tengo yo que no estén amenazados por un ERE o por el paro, o ya en el desempleo y sin posibilidad de emplearse, sean o no periodistas? Pocos.

La miseria crece. Aprendemos a ahorrar, a recortar gastos, a consumir poca gasolina, a cabrearnos perdiendo tantas veces los papeles y apuntando hacia quien ninguna culpa tiene.

 Leemos, nos informamos, nos documentamos, utilizamos las redes sociales y verificamos cuanto bulo circula por ellas. ¡Cuánto admirado político euroescéptico ( gente que pide la expulsión de los inmigrantes) se presenta como héroe (Nigel Farage)! O el admirado Hollande y sus 56 medidas de urgencia, otro bulo.

De hecho,  Hollande acaba de dar una patada en el culo a lo prometido para aliarse con las tesis de Alemania  de "vamos a recortarlo todo". Hay una rebelión a bordo de su propio partido y veremos como acaba.

Salimos a la calle a protestar, vemos en streaming la manifestación del 25 S y a la policía actuar brutalmente, y nos "alporizamos", y pedimos cosas terribles ese día, y al día siguiente entendemos que hay que contener la furia, y actuar racionalmente, hasta que alguien habla de la marca España y, en fin, te da la risa, pero lo entiendes.  Se está en el Gobierno, o se le apoya, y algo tendrán que decir.  La marca España, ¿qué es éso? Cinco millones de parados, corrupción que no se persigue ni se juzga, ultraderecha montaraz emitiendo basura informativa. ¿Eso es la marca España?

Incomprensible resulta cuando un periodista que ni conoces se lanza a defender el mismo discurso hoy en la columna de opinión de la última página de La Voz de Galicia, y mientras desayunas lo maldices por aliarse con las tesis del poder y no con las del pueblo que sufre.

O que un turista de crédito a una encuesta y lo haga palabra de Ley y cuando vas a trabajar le escuches, indignado, lanzar improperios en la calle contra estos imbéciles de gallegos que le van a dar el gobierno a Feijoo. "Habrá que verlo" le espeto a cara de perro. Y me cabreo porque yo sería incapaz de ir a grito pelado por la calle en Euskadi  insultando a los vascos, por ejemplo,  si no me gusta lo que votan, que igual sí me gusta su resultado, habrá que verlo.

Las encuestas se hacen para orientar voto, para animar a la parroquia, para frenarla de acudir a las urnas. "Total, ganamos seguro". "No hace falta, está todo perdido". "Casi mejor voy a votar  por éstos, me parece más útil".

O el consabido antisistema que defiende la abstención y, en este punto se distanciará siempre de mí, porque con la ley en la mano, la Ley Dh'ont, con su no voto está favoreciendo al que seguro será el más votado, el PP.

¿Y éso por qué? Pues señores, porque Galicia, a diferencia de Madrid, donde arrasa sin igual el PP, la mayor parte de la población es  mayor, conservadora, por temerosa o comprable. Habrá que verlo, en cualquier caso.Y habrá que responsabilizar también a la oposición en Madrid o Galicia de ese resultado, digo yo. Que no son capaces de ilusionar y atraer votos.

¡La marca España! Estoy preparando algo sobre la marca de parte de esta ciudad, sobre la miseria. Y esta ciudad, mal que  nos pese, pertenece a España. Ya hay quien dice que Vigo es un buen termómetro de la crisis, y de momento seguimos en caída libre. No se ven brotes verdes. El día que lo perciba, lo comunicaré.

La marca España. Tendría gracia si no fuese tan patético.



martes, 14 de agosto de 2012

800 balas (leccion vital)

Insomne

Me duele la mano y la impaciencia es mucha. Llevo mal el dolor físico, mucho peor que el emocional. Tengo una lesión estúpida que está pudiendo conmigo. Es de noche y apenas se oyen ruidos del vecindario. Hay un niño que llora a horas precisas en una casa que bien podría considerarse ya casa patera. Padres, hijos, novia, marido y el nieto que, a veces, me da por pensar que pide auxilio con ese llanto de horas regulares.

Procuro no escucharlos pero , inevitablemente, tanta gente bajo el mismo techo, que no viven juntos por gusto, escenifica dramas casi cada día. Ahora duermo con la puerta de la terraza cerrada y pongo música a toda pastilla en cuanto suenan los primeros reproches del día, de la noche. Se insultan, se piden perdón, lloran.

Recordé a Ch. planteando una situación similar a su gente llegado el caso. A mí me da por pensar que, si pasa lo peor, si me quedase sin trabajo, me haría una maleta sin pensármelo dos veces. "¿Por qué tenemos que irnos nosotros que no tenemos la culpa de nada y no lo hemos provocado?", se pregunta un amigo.

Bosco duerme y ronca rítmicamente como el buen perro que es. Ayer se murió Lisa, la última perra que mis padres juran van a criar.  Le tocaba. Bosco olió su tumba y los alrededores. Con curiosidad. No vivían juntos más que por temporadas. Yo sabía que no iba a afectarle. Bosco no se agarra afectivamente a ningún perro, a prácticamente ningún humano, salvo a mí. Aunque elige concienzudamente quien le cae bien y quien no. Y cuando alguien no le gusta le rehuye. Y cuando  sí lloriquea reclamando su atención.

Dicen que los perros se mimetizan con sus dueños pero a Bosco no le pasa conmigo y me alegro. A veces me gustaría que fuese a la inversa.

Hoy estoy melancólica. Se va una amiga con la que comunico a miles de kilómetros de distancia y llueve. Será éso. Otra mujer con la que también me ocurre, que comunicamos, eso tan difícil, amenaza con poner una distancia aún mayor  conmigo, con esta ciudad. Y esta lesión estúpida me impide viajar al encuentro de otros.

Mientras, mi entorno más próximo intenta ser feliz entre putada y putada, como decía Sancho Gracia en 800 balas, y se sobrepone con entereza. Ëste ha sido, está siendo, un verano plácido. Justo lo que e había propuesto.





martes, 31 de julio de 2012

Para María


“……..Soy alguien cuando me mira, cuando me coloca un pañuelo alrededor del cuello porque presiente que tengo frío; cuando me observa con afecto que no con amor, que ya me gustaría,  porque supongo que yo expongo algo de cualquier manera, y le gusta.

Soy alguien cuando quedo con él y apenas me arreglo, porque sé que jamás me elegiría y, sin embargo,  después me pesa. Porque me dice que muy probablemente soy una de las pocas personas con las que se identifica tanto en la manera de pensar y entender la vida desde hace tanto tiempo…A mí me recuerda lo que de mí se dice cuando me cuenta que todas las mujeres de sus amigos piensan que él los pervierte. Supongo que los casados sospechan de las solteras y, ciertamente, lo último que les recomiendo es la separación o el divorcio. Él les saca la calculadora. Yo les hablo de su corazón, de que les quieren rabiosamente, cuando es así. O les pido que hablen, que hablen con ell@s, como lo hacen conmigo.  Sólo intervengo cuando veo claras señales de maltrato físico o psicológico. Cuando no tengo muy claro donde están mis amig@s en esa relación, que claramente les destruye, les minusvalora.

A veces nos quejamos de que son unos egoístas porque deciden no responder al modelo de pareja tradicional mientras nosotras nos aferramos a él. ¿No te parece?.........”


A María, que se pasó horas hablándome del hombre que le gusta y que jamás la elegiría. No con rabia, ni con desafecto. Con una inmensa ternura. Para María, que por ser una romántica sentimentaloide sin cura, como la que suscribe, y quizá sólo por eso, le gusta de vez en cuando, ejercer de mujer sin corazón que todo lo puede.

miércoles, 27 de junio de 2012

Ni apocalípticos ni integrados.

Se lo decía ayer a un amigo convencido de que a partir del 21 de diciembre pasará algo que destruirá a la humanidad por completo. "Estoy harta de vosotros, de todos los que nos pintais un futuro negrísimo". Bromeo una y otra vez con sus predicciones. Ahora, parece que hay un gurú que ya le ha puesto nombre a la amenaza. Lo que nos va a destruir es un meteorito gigante, al que no vemos porque está escondido detrás del sol. Por si los mayas se han equivocado en la fecha, dado que su calendario y el nuestro no tienen nada que ver, sólo pido que no caiga hasta el otoño, que nos dejen disfrutar del verano, la playa y el sol, el mismo que contiene a ese meteorito.

Ya sé que estamos al borde del rescate, que vamos a pagar  medicamentos que ahora son gratuítos; sé que el futuro no se presenta halagüeño, que  todo lo que tenemos está amenazado. Me preocupa como a cualquiera, y me da miedo. No tanto por mí, que también, sino por los míos, por mis padres, por mi sobrino adolescente que tiene claro que su futuro está en Noruega, Suecia ó Finlandia y, como no tiene un pelo de tonto, colecciona sobresalientes desde hace años, porque intuye que su mundo, el que se avecina en tres, cuatro o cinco años, va a ser mucho más competitivo que el de ahora.

Mi amiga Y. publicó hoy  un relato sobre los efectos de la anestesia en una amiga hospitalizada. Me gustó mucho el momento en el que se estropea la tele del hospital y ese ruído infecto de las  apocalípticas predicciones sobre la economía, y oyendo sollozar a la mujer de la cama de al lado, acaban por conversar sobre los motivos de su aflicción. No consigue superar el tremendo vacío que ha dejado en su vida la muerte de su marido hace ya treinta años.

Ese mismo ruído  se ha impuesto en nuestras vidas, nos mantiene en vilo desde hace ya cuatro años, monopoliza nuestras conversaciones, nos quita el sueño, nos amarga, en definitiva.

Hay un tipo de cenizo apocalíptico ( o ceniza) a los que he decidido evitar. Se pasan el día vendiendo miedo. Están muy informados porque leen blogs y páginas webs que tú deberías leer y no haces, porque es que no tienes ni tiempo, y escuchándoles hablar decides que es que ni de coña vas a leer.   Es más, te preguntas como no ponen en duda en ningún momento la información que digieren. Se creen todos en posesión de la verdad.  Una duda hasta de sus propias convicciones, se instala en la duda como método, y desconfía de los que jamás lo hacen sobre sí mismos, de manera que lo siento, no puedo con ellos, aunque tantas veces compartamos puntos de vista.

Curiosamente, los integrados también leen blogs y páginas webs que van más allá de la información oficial. Son los que dicen que necesitamos el rescate. (Algunos llevan pidiéndolo a gritos desde hace años). Los que aseguran que la crisis tiene un final, que está ahí a la vuelta de la esquina, en cuanto recompongamos nuestra economía. Como te dijeron que el 2012 iba a ser el año del despegue y está siendo el del hundimiento, ya ni les respondes.

Te sitúas en tierra de nadie y procuras pensar y seguirte preocupando por cosas que siempre te han preocupado,  en medio de tanto fútbol y apocalipsis económica, como el acoso social del que me hablaba este sobrino adolescente que continúa ejerciéndose sobre el que se atreve a ser diferente.

Y disfruto mucho hablando con él sobre lo difícil que tiene que ser el mundo para un transexual, al tiempo que respiro un poco de aire fresco.  Me imagino que esta misma sensación de respiro, de la vida que se impone sobre la economía debió sentir esa mujer hospitalizada de la que hablaba mi amiga en su relato.



jueves, 17 de mayo de 2012

La rueda del sistema

 
Teníamos una casa pequeña, llena de luz, con una terraza gigantesca en el barrio de Lavapiés, desde la que se divisaban tejados y un horizonte, que si entornabas un poco los ojos podría parecer un océano. Jugábamos a eso, a imaginar el mar en el horizonte. Ella su Mediterráneo, yo mi Atlántico.

Nos gustaba tumbarnos al sol cuando llegaba la primavera, y cuando estaba anocheciendo, para charlar, para refrescarnos bebiendo cerveza o trepar a los tejados siguiendo a la gata. Nos encantaba divisar aviones con sus luces parpadeantes.  Ese era un juego que iniciaba siempre yo.  Nos imaginábamos la ruta y nos veíamos allí, en unos años, pidiendo cócteles. No sé por qué siempre eran cócteles. 

Acabábamos de cumplir veinte años y teníamos la sensación de estar descubriéndolo todo. Una de nuestras frases. “No quiero entrar en la rueda del sistema”. A veces pienso que el sistema nos engulló pero sé que no del todo.  Que hay gente que se resiste y  no encaja porque no le da la gana de encajar.

Yo escribía hasta muy tarde. Estudiaba y escribía muchísimo. A veces salía a la terraza a estirar las piernas y veía un cartel luminoso de la Philips, muy años 50, que me encantaba. Lo he buscado en mi último viaje a Madrid. ¿Habrá desaparecido con el edificio sobre el que se sostenía?

Escuchábamos a  Echo and the Bunnymen, The Clash, Siouxsie, Radio Futura, Tom Waits, Nick Cave, Bowie. También descubríamos a Jacques Brel o a Raimon; a The Kinks, a Crosby Still and Nash; a Ella Fitzgerald, a Lou Reed; a Elvis Costello,  Dylan y  nos negábamos a ver películas que no estuviesen subtituladas. Entonces había muchos cineclubs. La Universidad, los colegios mayores, las asociaciones de vecinos, el ayuntamiento de Madrid, que mantenía aquel legado de Tierno Galván de poner la cultura al alcance de todo el mundo.

Así pudimos ver de cabo a rabo la filmografía de Érich Rohmer que nos enamoró, aunque  a mí me hiciese sentirme tan gorda porque sus actrices fetiche eran mujeres muy delgadas y mi constitución no es huesuda. Vimos  todo lo que pudimos de Fassbinder, Pasolini,  Truffaut, Chabrol, Alain Tanner que me descubrió Lisboa antes de haber puesto un pié allí. 

Vimos un perro andaluz y la etapa mejicana de Buñuel. Vimos “À bout de souffle” y ensayamos una y cien veces la escena del pulgar sobre el labio. “¿Es así?”…”No, de eso nada, a mí me sale mejor, mira”…Vimos a Visconti, a Antonioni, a Rossellini; a Ophuls, a Jean Renoir, a Tarkovsky  o a Einsestein. A John Ford, B. Wilder, Woody  Allen, John Huston, Hitchcock, Kubrick. Ni lo recuerdo ya.  ¡Había que ponerse al día y teníamos tanto cine que ver! 

Frecuentábamos los Alphaville, hacíamos una selección de lo que podíamos pagar. Recuerdo aquellas salas llenas de gente callada y mayor, de los que se veían los títulos de crédito hasta el final, aunque fuesen chinos. ¿Y nosotras? Nosotras entrábamos ruidosamente, salíamos ruidosamente, emocionadas, gritándonos…”es genial, me encantaaaaaa”…, ante aquel público tan comedido (no parecían vivir en aquella ciudad tan ruidosa) que digerían la cultura como un acto religioso. 

Y si la película no nos gustaba nos levantábamos ostentosamente y rompíamos los afiches en la papelera, mientras a viva voz hacíamos saber a todo aquel quisiera escucharnos que aquello era un bodrio y un engaño y una traición al cine de verdad.

Nos recuerdo una tarde, girando en una plaza, acompañadas de J., que se nos unió, para gritar el título  de “L’important  c’est  d’aimer” (Lo importante es amar). Como nos marcó aquella película. Lo que lloramos viéndola. La vimos varias veces. 

Concluimos que el primer signo de amor está en la mirada del amante. Y que ninguna declaración es tan real como los ojos de un hombre o una mujer enamorados. 

Al llegar a casa intentábamos repetir secuencias en el idioma original. Y hablábamos de lo que habíamos visto y de como nos había impactado.  Ahí comencé a desconfiar de los críticos. “¡Pero si es pura poesía, como ha podido destrozarla de ésa manera!” Aprendimos que el arte y la emoción van unidas, pero  que la emoción no se puede destripar ni entender. 

Descubrimos Portugal y escuchamos su música. Viajamos con casi ningún dinero, íbamos a conciertos, salíamos bastante de noche;  organizábamos fiestas, siempre dispuestas a escuchar a cualquiera que nos quisiera descubrir  algo nuevo: un autor, una cinematografía, un idioma, un país…Desconfiábamos de lo que llamábamos cine o música comercial. Y, por supuesto, de los Best  Sellers.  Afortunadamente, con los años, hemos superado algunos prejuicios y hemos dejado de ser ese pedazo de snobs que creen sabérselo todo. 

Ella me enseñó rudimentos de cine, “¿Ves? Eso es un contrapicado”. Y yo a ella lo que iba descubriendo sobre el periodismo. “La objetividad no existe. No se trata de ser objetivo, sino honesto” y le presté mis libros favoritos. En realidad, nuestro mundo era así, gente que compartía conocimientos, que te regalaba en una tarde todo lo que sabía. Había otro mundo, muy competitivo, que no podíamos despreciar más.  Cuando nos tocó entrar a formar parte de él vivimos una esquizofrenia permanente, aún nos pasa, para intentar camuflar que no nos gusta la manera de hacer las cosas en absoluto,  pero intentando que no se note que juramos un día, con veinte años, que jamás entraríamos en la rueda del sistema.

Yo quería ser escritora, pero también quería ser directora de cine. En realidad quería dirigir “Paris Texas” o “Cielo sobre Berlín”, o “Bajo el peso de la Ley”. Quería ser ellos. Probé a ser actriz. Nos metimos en un grupo de teatro que me descubrió un pánico escénico que nunca  jamás superé.

Ella quiso ser pintora, directora de cine, actriz, videoartista, escritora, dramaturga. Lo intentaba concienzudamente hasta descubrir por sí misma, que no, que no era aquello. Y en algún caso lo hizo, tuvo algunos sonados logros. 

Nos enamoramos por primera vez. De verdad y con todas las consecuencias. Nos rompieron el corazón. Desarrollamos técnicas de supervivencia y aprendimos a  tragarnos las lágrimas en público. A hacernos las fuertes. A ensayar mil veces una sonrisa en el espejo.  A llorar a escondidas. A decirnos,  “vales cien mil veces más que él”. No siempre con convencimiento hasta descubrir, con el paso de los años, que no podía ser más cierto. 

 Llorábamos mucho en el cine. Hay películas que nos  han ayudado muchísimo. Todavía me pasa. Que un libro, una película, una canción me hacen llorar. Y siempre me pregunto por qué o de qué o de quien me estoy despidiendo. 

Creíamos en lo que éramos y  está en los cimientos de lo que somos. Ella ha vuelto a llorar a solas. Seguro que en la oscuridad de una sala; viendo algo en la tele o, mientras conduce y escucha cualquier cosa que le mueve la emoción,  da rienda suelta a todas las lágrimas que se ha  ido tragando desde que tenía 20 años. 

Emprende una nueva fase vital y tiene miedo de no ser capaz. Quiero que recuerde a la mujer que era con veinte, con veinticinco años. La que todavía está ahí. La que jamás ha traicionado aquellas promesas vitales.

 Quiero que se diga a sí misma que no necesita que ningún hombre la reconozca, que no debe siquiera mirarse con los ojos de ninguno de los que nunca la han sabido mirar. Que no necesita que nadie la complete y que estar con alguien que no te quiere te hace quererte menos a ti misma. 

 Lo más importante de todo, cariño, apostar por tu propia felicidad es lo más revolucionario y antisistema que hay pero es el camino correcto.


sábado, 28 de abril de 2012

Sálvese quien pueda

Siempre me gustó vivir en los barrios pobres, obreros, que tanta gente desprecia por los mismos motivos. No sólo porque las casas fuesen más baratas sino por la calidad humana de sus habitantes. Yo encontré en alguno de esos barrios de Vigo gente dispuesta a compartir, a colaborar sin necesidad de pedirlo. No sé como serán  ahora pero estoy segura de que no han cambiado tanto. Es verdad que da más el que menos tiene, y no sólo porque el rácano, el avaro, el que siempre guarda y mide lo que a los demás ofrece (incluso a veces lo que se da a sí mismo) es el que acaba teniendo un gran o pequeño capital; sino porque el que tiene poco sabe lo que es tener menos aún, pasarlo mal, estar solo, necesitar ayuda. Y como no puede pagarlo, ayuda al vecino para que el vecino algún día le ayude a él.

Cuanto más pobres son los pueblos más cooperan, más solidarios son, y más pendientes viven  de su propia comunidad. La riqueza deshumaniza y a un país como éste, donde imperó el nuevoriquismo y todo lo perdió, no se ven apenas iniciativas comunitarias, de solidaridad y cooperación en un momento como éste. 

Nos preocupa que la situación mejore para volver a tener un trabajo, y poder pagar un piso, un coche, viajar, tener hijos, un futuro, pero se está imponiendo bastante más de lo que sería deseable el "sálvese quien pueda" y se dirige la indignación muy a menudo contra quien no es responsable en absoluto de lo que nos está pasando.

No puedo soportar que tanta gente considere que dejando de atender extranjeros ricos o pobres se solventará el "problema" de nuestra sanidad, porque da la casualidad de que nuestra sanidad es barata, los profesionales cobran poco, trabajan muy bien y no tenía ningún problema, salvo alguna ineficacia derivada del propio sistema.

Hay otros que consideran que esta crisis ha puesto a mucha gente en su sitio, que es una frase que odio porque lo que están queriendo decir es que no les gusta  la igualdad, que siempre han existido ricos y pobres y que prefieren que así sea.

Son los mismos que comienzan a barruntar que quizá hay que recortar los subsidios de desempleo, las políticas sociales porque la gente que no puede es porque no quiere trabajar, porque le da la gana.  Los mismos que comparan nuestro sistema con el norteamericano, poniéndolo de ejemplo, y sin conocerlo de nada,  porque hay que viajar con muchas orejeras para no ver la miseria, la exclusión y la marginación en cualquier ciudad  de los USA.
 Y como te equivoques de ruta y te metas en algún barrio, los que no aparecen en ninguna guía, las zonas contra las que te previenen, lo que ves es aterrador. Yo siempre dije que estaba muy contenta de haber nacido en Europa. Me consideraba una privilegiada. Y no quiero perder ese privilegio.

De momento han comenzado a desatender a los extranjeros ilegales, a los mayores de 26 años, a obligar a pagar los medicamentos a los jubilados, los mismos que mantienen familias enteras, como dice Pili Piñeiro.

Y todos sabemos que los recortes irán a más porque los mercados han visto un filón  en esta Europa con su sociedad del bienestar y en un momento tan particular. No es que sea caro mantenerla, es que la educación y la sanidad, por ejemplo, son un negocio suculento. Poco importa que haya gente que no pueda pagarlo, que no llegue, que quede excluída y marginada. Poco importa que eso afecte a nuestra comunidad, a una ciudadana común como yo. Ellos no viven en los barrios pobres y obreros, desprecian lo público hace años y no saben lo que es la solidaridad, la cooperación, la colaboración.

¿Y nosotros? Nosotros somos cada día más pobres, más desnortados, más indignados y cabreados, dirigiendo toda la munición contra los que no son culpables de nuestra situación actual.

viernes, 20 de abril de 2012

La "comunicación" virtual

Esta época tan extraña que nos ha tocado en suerte en la que todo está en crisis:  la economía, los valores, las cosas para toda la vida, alguna amiga y yo percibimos que las nuevas tecnologías nos están cambiando, ya insisto una y otra vez que no siempre para bien.

Hacía un tiempo que no nos veíamos y nos hemos ido de cañas hace poco. Ella es una observadora como pocas de los comportamientos humanos. "¿Te imaginas que hubiese existido internet cuando nosotras éramos jóvenes? ¿Pues sabes que pienso que también tenía sus cosas buenas el mundo que conocimos?".

Por ejemplo, me contaba, "se dice que la gente comunica más por la red, se crean lazos de amistad por las redes sociales, y éso es bueno.  Tú o yo podemos citar a uno u dos amigos que merecen la pena y conocimos así.

"Se liga por las páginas de contactos y éso también ha favorecido mucho las relaciones. Sin embargo, a veces  creo que las redes sociales, sean del signo que sean, a veces ayudan más bien poco a comunicar".

"Por ejemplo tú o yo, que hablamos a diario en el facebook y nos intercambiamos fotos graciosas o comments o noticias, vivimos en la misma ciudad y apenas nos vemos, de manera que sí que comparto la aseveración de Norsa, ¿era él? que dice que internet acerca a los lejanos y nos distancia de los próximos".

Le suelto la retahila de razones por las que me parece que internet mejora nuestra vida, con más bien poca fé. Yo también soy de esas tecnoescépticas, poco adicta; es decir, no necesito llevar encima todo el día el smartphone y jamás interrumpe una conversación o una cena. No lo permito, pero...Sí, reconozco que llevo un tiempo analizando el nuevo tipo de relaciones que se establecen con la red de redes y no todas buenas.

"Luego está la facilidad con la que la gente liga también a través de las redes sociales"...Sí, tía, hace poco, hablando con un amigo me dijo que de hecho él utiliza facebook para ligar..."ya, ya... Nosotras nos estamos ahí para éso, pero es un facilitador nato si lo piensas fríamente".

"La cuestión es que facebook,  y no digamos ya las páginas de contactos, hacen que gente que nunca se ha comido una rosca, hombres o mujeres; o gente a la que le encanta seducir y ser seducid@ vea ahí unas posibilidades tremendas. Es como un supermercado, donde tienes de todo para elegir, y de ahí la facilidad pero también la fugacidad de las relaciones. Algo de lo que tú te quejabas, hace poco.  Es decir, ¿para que mantener una relación si puedo elegir y cambiar constantemente de relación? "

"Aburre lo conocido, nos pone la novedad y las relaciones son fugaces, pasajeras. Uno cambia de pareja más que de móvil o de ipad...Porque es fácil, porque se puede, porque es otra de las tendencias que favorece internet, pero en cuanto rascas un poco, y hablas con la gente, pues te das cuenta de que el ejército de solos es impresionante, y que si se habla claro, el-la que más o el-la que menos tiene ganas de acertar. Y en algunos casos  la soledad es insondable, profunda, patológica. Es decir, que también es tendencia liarse la manta a la cabeza con alguien, porque es mejor tener un entretenimiento inútil, que no va a ningún lado, que enfrentarse a uno mismo, crecer y aprender".

Ya digo que  mi amiga es un crack. No la puedo citar porque me lo prohibe, pero hemos decidido que a partir de ya vamos a quedar un día por semana, para echarnos unas risas, tomar unas cañas y hablar de la vida en general, de las cosas que pensamos, de como nos va.

Vamos a acortar esa distancia que nos ha estado separando y que ha favorecido una relación virtual, por lo tanto puntual, superficial, escasa para gente, como nosotras,  que se conoce desde hace tanto tiempo y a la que le encanta comunicar.

lunes, 16 de abril de 2012

Cuarentañeros para salir corriendo

Un amigo brasileño, antaño juerguista y despendolado pero no ahora ( dice él) se cruzó conmigo en una calle de Vigo y acabamos charlando de la vida y llegando a parecidas conclusiones.

Sarga y yo somos de la misma quinta. Cuarentañeros, esa tropa infame del baby boom. Me preguntó cómo me iba. A la sazón, si tenía trabajo, si tenía novio, si era feliz. Sí-No-Sí...¿Pero cómo no tienes novio? Pues porque es difícil entenderse con los de mi quinta, y más si vienen rebotados de relaciones anteriores...

Sarga piensa que las mujeres de su edad, las que de verdad le interesan, tienen un cacao mental interesante; lo que hace que se comience a interesar por las más jóvenes. "A una hasta le molestaba que jugara con su hijo"...Yo es que no las entiendo.

Se sorprendió cuando le contaba experiencias similares con los hombres. Y concluimos que lo que peor llevamos es la amargura que destila mucha gente de nuestra edad. A mí me sirvió de consuelo, "comenzaba a sentirme un poquito extraterrestre, Sarga".

Le dije que, de hecho, no comenzaba ni una sola relación con ilusión, porque sabía que más tarde o más temprano el susodicho acabaría poniéndole fin, o desapareciendo de mi mapa; de manera que ni llamaba, ni perseguía, ni pretendía ya nada con nadie; sabiendo como he ido aprendiendo a lo largo de estos últimos años, que no conviene encariñarse con los hombres que pasan fugazmente por la vida de una.

¿Y tú, no le das el pasaporte a nadie tú? Bueno, yo es que soy de hablar y explicar, y decir hasta aquí he llegado, me asfixias, no me apetece nada serio, o nada incluso. En fin, que no sé si causo dolor o daño pero desde luego soy de las que dan la cara. Antes me molestaba que la gente desapreciese sin dar explicaciones, ahora lo veo como parte del juego. Ni me molesto en preguntar. Como dice una amiga, ¿Para qué? Para tener que escuchar cosas que no te interesa, más vale vivir en la inopia, hasta siempre y se acabo lo que se daba muchacho.

Sarga me riñó.

-No debes perder la ilusión de encontrar a alguien que se quede en tu vida un tiempo.

-No pierdo la ilusión, pero prefiero emocionarme más bien poco, lo justo, que se emocionen ellos si quieren. Es que ya no me sale.

-Pues éso es que estás a la defensiva.

-Pues puede.

-Mira tía, líate con los jóvenes, tienen menos comeduras de tarro.

-Con los jóvenes o con los viejos. Incluso puedo pactar con la familia la compañía y los cuidados médico sanitarios y un pellizco de la herencia.

Sarga se reía. "Yo te entiendo, tía. Más de lo que piensas".

Los jóvenes para las que les interesen. A mí me descorazona las pocas ganas de vivir de mi generación y me parecen irrisorios la mayor parte de los problemas de los jovencitos, los que tienen diez años  menos que yo, algunos tan ultraprotegidos que es que no se han enfrentado a un problema real en su vida. A la edad de la mayoría de los que conozco había vivido yo bastante más.

Tendré que hacer como un amigo gay, que dice que el problema es la nacionalidad y que hay que liarse con nórdicos, entendiendo por nórdicos de los Pirineos hacia arriba. Recuerdo incluso una noche gamberra que estuvimos siguiendo a un par de gabachos de bar en bar.

A mí no me agobia en absoluto estar sola y Sarga dice que a él tampoco, que para estar con gente que no se encuentra a gusto en su piel, que mejor estar solo

Él está intentándolo ahora con las jóvenes. Yo intentar más bien poco. Como dice Anita, que se peleen por nosotras, para variar,  y mientras a vivir la vida apaciblemente y a pasárnoslo lo mejor que podamos.

martes, 13 de marzo de 2012

La sinceridad está sobrevalorada

Alguien que conozco acaba de recibir un comunicado de brutalidad de un amante. Ya se sabe, esas relaciones que se mantienen por puro placer horizontal, y que se basan en que no hay compromisos...Es más, se supone que en estos casos nadie tiene la exclusiva y uno puede establecer más de una relación de estas características.

Mi amiga es una buena persona que, me cabe la completa seguridad, no se ha portado mal con quien no cabe definir más que como elemento. Nuestro común amigo Carlos, a quien considero una persona sensible, no era capaz de hallar adjetivo. Él tambien la aprecia y todos nos hemos quedado sorprendidos y haciéndonos de cruces.

El ejemplar masculino en cuestión gustaba de alardear de conquistas, de la existencia de otras mujeres, pasadas o futuras; lo que no acababa de gustar a mi amiga. A mí tampoco. No hay ninguna necesidad.

La cuestión es que en la mirilla de cazador del valiente jilipollas éste estaba una sirena rubia y de ojos verdes, que no le prestaba ninguna atención, hasta que parece que cayó prendada por él, "me dijo que le había dado el teléfono".

Hay que aclarar que mi amiga había pasado la tarde y noche del domingo con la mala bestia ésta que, ni corta ni perezosa, en un arranque de sinceridad mal entendida, le mandó un "guachap" de éstos ( otra vez la tecnología y su pésimo uso) horas después para decirle que la rubia ya respondía a sus encantos y que por tanto...C'est fini lo que se daba.

Mi amiga se quedó idiotizada. "Es que no necesitaba conocer sus razones. Es que es zafio, cruel y de poca educación y poco gusto".

¿Qué coño le pasa a alguna gente que confunde franqueza con mala educación?

¿Qué necesidad hay de alardear con otra mujer de conquistas, admiradoras ó sirenas que no te miran?

Ella le disculpa. "Creo que yo acabé por entrar en ese juego también, y no hice bien. Tendría que haberlo cortado de raíz".

¿En qué clase de mundo vivimos y qué norma impone que haya que tener tan poco afecto, tan poca delicadeza, tanta brutalidad innecesaria?

¿No le bastaba con ir desapareciendo poco a poco de su vida en lugar de decirle, es que la rubia me gusta más que tú, morena y de ojos oscuros, además?

Mi amiga tiene una legión de gente que la quiere y se lo dice y se lo repite. Hay que tener muy poco tacto, muy poco gusto y ser de muy mala ralea para hacer algo así.

Convenimos, ambas, mientras tomamos una caña, que la naturaleza humana nunca dejará de sorprendernos y que, tantas vsces, decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad no es que no esté bien, es que sobra.

viernes, 9 de marzo de 2012

La superficie de las cosas ( para quien bien pudiera llamarse María).

Cada mañana se calza una armadura de hormigón armado para proteger su corazón, que no le cabe en el pecho. Cara a la galería, María es frívola e insensible;  una golfa sin sentimientos, un pendón, como le dice su ex, el que la dejó tras un ataque de orgullo, del mal entendido, pero suspira cuando pasa a su lado y estira el cuello para oler su perfume, el cálido perfume de su piel que añora.

María es sensible, loca, sí, pero también lúcida, inteligente; simpática como ella sola, una mujer de bandera, algo más que guapa, mejor que guapa, muy atractiva, y una de mis mejores amigas.

Quedamos para filosofar y hablamos de todo, de amantes, de amores imposibles, de gente que no crece, de malvados, tóxicos y maledicentes. Por hablar hasta hablamos del tiempo.

Analizamos lo poco y mal que se nos ha enseñado a querer, como a veces nos empeñamos en regalarnos un sufrimiento que podíamos ahorrarnos empeñándonos en pretender a quien no nos pretende; a rechazar a quienes llegan con el corazón en la mano y una bonhomía pura, casi transparente.

El masoquismo en el amor, como funciona. L@s buenos estrategas  lo dosifican como método para atraernos hacia sus redes. Nunca he sido estratega y desconfío, como María, de quienes lo son y les va bien. Preferimos a los que se confuden, se equivocan, erran el tiro, se dan sin más, aunque no reciban más que rechazo. El sufrimiento no te hace mejor persona pero te hace más fuerte, repite, y ambas sabemos que es cierto.

Somos demasiado requetebuenas, dice, pero no como un lamento, como un cántico, y me hace reirme de todo. De mí misma para empezar; de  como éramos, de como nos empecinamos en seguir siendo; de las cosas que regalamos a manos llenas, por pura pasión, a pesar de muchísima incomprensión recibida.

María y yo  nos topamos a menudo con miopes ( y miopas) que deberían graduarse la vista, la mente, el alma, por no saber ver a quien tienen delante. Por no pararse a analizar que, a veces, o te camuflas bajo una armadura de hormigón armado o te expones demasiado.

Son cosas que se aprenden con los años, las dos lo sabemos y dejamos que las lenguas, buenas o malas, hablen. Que tanta gente se quede en la superficie de las cosas y no vaya, no quiera, no pretenda o ni siquiera sea capaz de ir mucho más allá.

lunes, 5 de marzo de 2012

Smartphones

Paseando con un perro, si una se fija bien, si observa, escucha, analiza... le pilla la pista a la vida.

Y últimamente me llama mucho la atención la cantidad de gente que se cuelga a su smartphone de tal manera que el otro día, sin ir más lejos, un señor de unos 50 años se cayó por unas escaleras porque estiró el pié sin ver...No le pasó nada, afortunadamente.

"Es que estaba mandando un mensaje por el what's up", nos dijo, y mi perro olisqueó hacia arriba, interpretando que quizá esa palabreja fuese comida o que por haber advertido de la caída con  un ladrido, lo que hizo que unos segundos antes reparase el pobre señor atolondrado y ésta no fuese tan aparatosa, se lo premiaran con algo más apetitoso que una caricia.

Mi perro y yo nos sorprendemos mucho con las conversaciones en los parques; esos lugares fríos y desolados en invierno, donde se celebran conversaciones privadas, casi secretas. "¿Tu eres la caja de pandora a 122?...Porque yo soy daniel el travieso...Pues, sí, claro que quiero conocerte...Me gusta mucho tu perfil"...

 Bosco y yo ya sabemos que habla de una página de contactos pero quizá, lo que no sabe caja de pandora a 122, es que éste, nuestro vecino, está casado, casadísimo, tiene una alianza como una casa y cuatro hijos de 2 a 12 años.

No nos importa, no es asunto nuestro lo que cada uno haga.

Ahora hay una pareja que riñe acaloradamente... "Odio a los mentirosos como tú, me dijiste un montón de cosas sobre tu vida y ninguna coincide". A éste también le conocemos. Es un seductor nato, un hombre con un éxito desmedido, también está en páginas de contactos. "Donde ligo más de lo que lo he hecho nunca jamás, en toda mi vida".

Liga mucho, es verdad, hasta que las mujeres descubren esa manía suya de la mentira compulsiva. "El juego de la seducción siempre incluye un tanto de falsedad" dice para exculparse.

"Bueno, un tanto de exageración, un tanto de mostrar lo mejor de nosotros mismos, pero de ahí a falsedad...Pues éso sí que no", le respondo, porque este seductor falso, también me ha tirado el tejado entero, sabiendo como sé que no puedo creerme nada de lo que dice.

Y es que los smartphones han cambiado el mundo. Les veo reconcentrados en su teléfono, dedito en ristre, mientras esperan  a que su perro retoce, aparcad@s en dole fila, con media sonrisa de complicidad en la cara, dedito va y teclita viene...Mientras se acodan en el portal de una vivienda que es la suya, y una sabe que nada bueno deben estar haciendo, cuando lo hacen en el portal, a escondidas de la pareja, con un frío que pela...A nosotros nos da igual pero nos hace gracia.

Hasta una ha acabado presa del what's up y sus mensajitos que antaño me irritaban pero ahora ya me hacen gracia.
El mundo de los teléfonos inteligentes nos ha cambiado y no siempre para bien. Para muestra, ver los vídeos.



sábado, 25 de febrero de 2012

La felicidad que se escapa entre mis dedos.

Soy una mujer afortunada, pienso mientras me siento al sol en mi terraza, y leo un libro insulso, y no estoy acuciada por ninguna obligación. Es un día de descanso: y sé que mi piel se está dorando, con esa facilidad que tenemos las mujeres morenas para colorearnos. A veces, a mitad de verano, tengo que usar pantalla total para no adquirir ese tono de zapato viejo que se le quedó a Julio Iglesias. Lo odio.

Soy una mujer afortunada que disfruta de los pequeños placeres de la vida, tan fugaces e identifica que éso, precisamente éso, es ser feliz. Estoy sana y no tengo muchas más preocupaciones, salvo las autoimpuestas, las derivadas de vivir a principio del siglo XXI, en el fin de una era, y el principio de otra, que excluye a tanta gente, que parece querer arrebatárnoslo todo.

Soy una mujer afortunada que se ha acomodado a su soledad y sólo a veces, en momentos de mucho desasosiego, añora un abarazo, toneladas de ternura, cariño...No quiero buscar amor porque encuentro sólo sexo, dice una amiga, y tiene razón...Hay cosas que es que no pueden buscarse.

Me pregunto por qué tantas veces, tantos de nosotros, no reparamos en que estamos siendo felices y nos atormentamos con nuestra pedrada, las dificultades de nuestro trabajo, o de la falta de él; las mil y una miserias sin importancia...Permitimos que nos embargue el ánimo cosas sin importancia.

Disfruto de este momento mientras dure. Sé que cuando la desazón se presenta en forma de problema real, cuando se muere alguien próximo, cuando pierdes total y considerablemente a alguien que querías; cuando tus allegados enferman y sabes que no se van a curar; cuando la desgracia se presenta bajo las mil y una formas que adopta, como siempre sin que ninguno de nosotros la busque, recordaré estos momentos de felicidad, quizá no del todo completa, al sol en mi terraza leyendo mi librito; incluso recordaré como sufría con mis pequeños problemas diminutos y me diré..."pero si estaba siendo condenadamente feliz y ni siquiera me daba cuenta".

Lo haré un momento antes de percibir, sin temor a equivocarme, que se acabaron los momentos de placidez y fortuna, que la felicidad se está escapando entre mis dedos y el infortunio viene para quedarse, quien sabe cuanto tiempo.

viernes, 24 de febrero de 2012

Del amor y otros virus

Tengo un problema grave, me dice una amiga inteligente y sexy, instalada en la cuarentena..."Me he enamorado". Intento convencerla de que eso más que un problema es una bendición a nuestras edades, un objetivo para mucha gente de mediana edad, que ya ni sabe como lidiar con la pedrada de cada uno; los pasados sin resolver de sus partenaires; las ex, los hijos de ellas o ellos; las madres o padres de sus hijos; las ex suegras, la pensión alimenticia, o el rabioso interés que se despierta en un-a ex cuando su antiguo compañer@ de cama, a veces expulsad@ a patadas incluso,  tiene una nueva relación.

"Enhorabuena" le digo, qué problema ni que niño muerto...Comienza a hablar con voz temblorosa, gime y me dice entre sollozos que ya no recordaba como era sentir este caudal de sentimientos; que no sabe si es compartido, que le da miedo llamar; que le preocupa enviarle un mensaje o no recibir ninguno de él; que le aterra que él no sienta lo mismo. Que no sabe si decírselo. Le recomiendo que no. Los varones se quedan petrificados ante declaraciones de ese tipo. Quizá también nosotras. Demuestra poco interés, eso funciona. "No puedo, no puedo", me responde llorando como una niña.

Hablo con Carlos, parece que él ahora también un poco flipado con una mujer,  con la que es más fácil llegar a sus miedos que a su corazón, según propia descripción, la de ella, y me convence de que no hay otra opción que vivir el presente y disfrutar lo que se nos ofrece mientras dure y hasta que se acabe, convencidos de que todo lo bueno termina, dado que ni él ni yo damos una en este aspecto, por una u otra razón.

Se lo digo a mi amiga. Carpe Diem y todas esas cosas absurdas que, por supuesto, ahora reparo, no pueden tener sentido alguno para una mujer o un hombre enamorados...¿No te acuerdas como era? Siempe quieres más.

El amor, ¡máldita sea! Esa enfermedad que cuando no sufrimos añoramos y cuando nos ataca virulentamente nos deshace de arriba a abajo, nos retrotrae a la primera representación de nosotros mismos, con apenas 15, 16 ó 17...La añoranza, la llamada que no se produce, la espera, el me quiere ó no me quiere. "Hasta me he leído en una de esas páginas infumables como conquistar a un hombre libra"....Pues igual que a un Piscis, tía....Nos reímos un momento antes de volver a sumergirse en ese estado de ansiedad romántica...
Pero lo peor es que estas cosas no se eligen, uno no decide libremente enamorarse o colgarse o interesarse por alguien. Ocurre. Un olor, un sabor, química, pasión, admiración, regocijo intelectual...¿Quién sabe por qué?
Propongo a mi amiga salir a tomar copas para lanzarle la típica perorata: Que nadie se muere de amor desde el siglo XIX; que si a ese patán se le ocurre no sentir lo mismo es que un imbécil redomado, porque no va a encontrar una mujer tan dulce, inteligente, sexy, apasionada y divertida...En fin, que muy probablemente no servirá para nada, pero voy a intentarlo.
Y ella tendrá que aparcar su móvil en casa, ese apendice de comunicación moderna que mira y remira esperando el contacto, el what's up, la llamada, el mensaje...¡El amor tecnológico y el daño que nos hace!