martes, 13 de marzo de 2012

La sinceridad está sobrevalorada

Alguien que conozco acaba de recibir un comunicado de brutalidad de un amante. Ya se sabe, esas relaciones que se mantienen por puro placer horizontal, y que se basan en que no hay compromisos...Es más, se supone que en estos casos nadie tiene la exclusiva y uno puede establecer más de una relación de estas características.

Mi amiga es una buena persona que, me cabe la completa seguridad, no se ha portado mal con quien no cabe definir más que como elemento. Nuestro común amigo Carlos, a quien considero una persona sensible, no era capaz de hallar adjetivo. Él tambien la aprecia y todos nos hemos quedado sorprendidos y haciéndonos de cruces.

El ejemplar masculino en cuestión gustaba de alardear de conquistas, de la existencia de otras mujeres, pasadas o futuras; lo que no acababa de gustar a mi amiga. A mí tampoco. No hay ninguna necesidad.

La cuestión es que en la mirilla de cazador del valiente jilipollas éste estaba una sirena rubia y de ojos verdes, que no le prestaba ninguna atención, hasta que parece que cayó prendada por él, "me dijo que le había dado el teléfono".

Hay que aclarar que mi amiga había pasado la tarde y noche del domingo con la mala bestia ésta que, ni corta ni perezosa, en un arranque de sinceridad mal entendida, le mandó un "guachap" de éstos ( otra vez la tecnología y su pésimo uso) horas después para decirle que la rubia ya respondía a sus encantos y que por tanto...C'est fini lo que se daba.

Mi amiga se quedó idiotizada. "Es que no necesitaba conocer sus razones. Es que es zafio, cruel y de poca educación y poco gusto".

¿Qué coño le pasa a alguna gente que confunde franqueza con mala educación?

¿Qué necesidad hay de alardear con otra mujer de conquistas, admiradoras ó sirenas que no te miran?

Ella le disculpa. "Creo que yo acabé por entrar en ese juego también, y no hice bien. Tendría que haberlo cortado de raíz".

¿En qué clase de mundo vivimos y qué norma impone que haya que tener tan poco afecto, tan poca delicadeza, tanta brutalidad innecesaria?

¿No le bastaba con ir desapareciendo poco a poco de su vida en lugar de decirle, es que la rubia me gusta más que tú, morena y de ojos oscuros, además?

Mi amiga tiene una legión de gente que la quiere y se lo dice y se lo repite. Hay que tener muy poco tacto, muy poco gusto y ser de muy mala ralea para hacer algo así.

Convenimos, ambas, mientras tomamos una caña, que la naturaleza humana nunca dejará de sorprendernos y que, tantas vsces, decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad no es que no esté bien, es que sobra.

6 comentarios:

  1. No puedo estar más de acuerdo.. es verdad que la sinceridad está sobrevalorada, y has puesto un muy buen ejemplo.

    Pero no hay nada que hacer. Todos los días escuchamos a alguien diciendo: "Yo es que soy muy sincero, lo que pienso te lo voy a decir a la cara". Y alardean de ello como si se tratara de una gran virtud que sólo está al alcance de los más grandes.

    Yo no la quiero. Ni esa virtud ni que los demás la practiquen conmigo.

    Un beso

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    1. que sí, que yo tampoco puedo soportar a esos francos ( en realidad mal educados...Franqueza que nadie pide o franqueza que desprecia, como en este caso)....Suelen sportar mal que les canten a ellos las verdades del barquero.

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  2. Estoy de acuerdo, la sinceridad está sobrevalorada y a menudo no es más que un pretexto para no decir la verdad (no confundamos una cosa con la otra, válgame dios, que entonces acabamos hablando de Platón pero también de Heidegger y de los nazis). En todo caso para mí ese tío es un cretino sin más, que conste, sin referencias cultas que seguramente la situación no precisa ni él entendería. A tu amiga se le ha puesto por medio el coleccionista de turno, a mi entender. No es que le guste más la rubia, es que siempre le va a gustar más la siguiente. Casi todas nos las hemos visto alguna vez con ese tipo de gente.

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    1. Y mi amiga que le apeytece perdonarle. Se pasa de buena. Yo creo que debe simplemente aljarse de él y castigarle con la indiferencia más supina. ¿QUé opinas, Jonás-a? beso

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    2. A propósito de la sinceridad, cuenta Josep Pla que había en Barcelona un arquitecto, el señor Boniquet, cuya esposa era guapísima. Todos los señores de la alta sociedad barcelonesa admiraban a la señora Boniquet y ella los quería mucho a todos. A más de uno lo quiso con pasión modernista.

      El arquitecto preocupado por la resistencia de los materiales no sabía nada de los amores de su esposa, aún siendo estos un secreto que ya no era secreto.

      Un amigo del señor Boniquet, virtuoso de estos que están convencidos de que la verdad debe ir por delante de todas las cosas, creyendo obrar rectamente, informó al arquitecto de las andanzas de su guapa esposa. Naturalmente esta información causó tribulaciones y un nerviosismo tal al buen arquitecto que, el pobre, se desconcentraba en los cálculos, no atinaba con las soluciones constructivas e incluso tuvo el tímido atrevimiento de reprochar a su mujer su licenciosa conducta. El reproche le sentó muy mal a la señora Boniquet, se sulfuró y arremetió con improperios contra su marido; total, una zaragata de “aquí te espero”.

      El señor Boniquet quedó tocado, quería olvidar el mundo, apearse de la vida social y sublimar toda su energía en la arquitectura, hasta que sobrevino la desgracia, A los pocos días, en una visita de obra, le cayó una viga a la cabeza y lo mató.

      Las exequias fueron sonadas, los señores de la alta sociedad barcelonesa corrían a dar el pésame a la señora Boniquet. Para todos tenía, ella, una palabra de gratitud que acompañaba con una lagrimita y decía: ¡Ay pobre Ramón, Dios lo haya castigado!

      Cómplices, la verdad y la viga, mataron al señor Boniquet.

      Salud
      Francesc Cornadó

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    3. Me ha encantado la historia del pobre señor Boniquet, Francesc!!!

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