viernes, 9 de marzo de 2012

La superficie de las cosas ( para quien bien pudiera llamarse María).

Cada mañana se calza una armadura de hormigón armado para proteger su corazón, que no le cabe en el pecho. Cara a la galería, María es frívola e insensible;  una golfa sin sentimientos, un pendón, como le dice su ex, el que la dejó tras un ataque de orgullo, del mal entendido, pero suspira cuando pasa a su lado y estira el cuello para oler su perfume, el cálido perfume de su piel que añora.

María es sensible, loca, sí, pero también lúcida, inteligente; simpática como ella sola, una mujer de bandera, algo más que guapa, mejor que guapa, muy atractiva, y una de mis mejores amigas.

Quedamos para filosofar y hablamos de todo, de amantes, de amores imposibles, de gente que no crece, de malvados, tóxicos y maledicentes. Por hablar hasta hablamos del tiempo.

Analizamos lo poco y mal que se nos ha enseñado a querer, como a veces nos empeñamos en regalarnos un sufrimiento que podíamos ahorrarnos empeñándonos en pretender a quien no nos pretende; a rechazar a quienes llegan con el corazón en la mano y una bonhomía pura, casi transparente.

El masoquismo en el amor, como funciona. L@s buenos estrategas  lo dosifican como método para atraernos hacia sus redes. Nunca he sido estratega y desconfío, como María, de quienes lo son y les va bien. Preferimos a los que se confuden, se equivocan, erran el tiro, se dan sin más, aunque no reciban más que rechazo. El sufrimiento no te hace mejor persona pero te hace más fuerte, repite, y ambas sabemos que es cierto.

Somos demasiado requetebuenas, dice, pero no como un lamento, como un cántico, y me hace reirme de todo. De mí misma para empezar; de  como éramos, de como nos empecinamos en seguir siendo; de las cosas que regalamos a manos llenas, por pura pasión, a pesar de muchísima incomprensión recibida.

María y yo  nos topamos a menudo con miopes ( y miopas) que deberían graduarse la vista, la mente, el alma, por no saber ver a quien tienen delante. Por no pararse a analizar que, a veces, o te camuflas bajo una armadura de hormigón armado o te expones demasiado.

Son cosas que se aprenden con los años, las dos lo sabemos y dejamos que las lenguas, buenas o malas, hablen. Que tanta gente se quede en la superficie de las cosas y no vaya, no quiera, no pretenda o ni siquiera sea capaz de ir mucho más allá.

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