domingo, 9 de enero de 2011

Vecinos

Quien me conoce sabe que una de mis aspiraciones vitales es conseguir esa vivienda unifamiliar no adosada, de planta baja, tamaño pequeño y sin apenas finca para librarme de alguna pequeña condena cotidiana.

Y a pesar de no creer en él, en mi desesperación, alguna vez le he pedido al de arriba que obre el milagro de los panes y los peces o cualquier otro y me conceda la primitiva tan deseada, que juego religiosamente jueves y sábado.

Entre las que sufro en los últimos tiempos se cuentan dos vecinas que, cada una a su estilo, han decidido fiscalizarme.

La última advertencia la recibí hoy, justo cuando intentaba ser simpática con una señora de edad avanzada a la que le ha tocado, ¡ya es mala suerte!, vivir justo encima de mi piso.

Después de largarme su retahíla interminable de enfermedades y de ser una todo lo simpática que se puede ser, me pone en alerta sobre sus persistentes imsomnios que más de una noche le impiden pegar ojo antes de las dos de la mañana. "Y lo oigo todo. Ya sabrás a que me refiero", me suelta tan fresca.

En un minuto escaso hago un repaso a mi vida reciente. Una pequeña discusión subida de tono con una amiga, nada del otro mundo; alguna copa navideña con algo de música y ruído; las conversaciones por el móvil en la terraza, debido a la mala cobertura, tendré que tener cuidado...Vamos, que no encuentro nada reseñable pero ella por lo visto sí, al igual que la otra, que no tuvo el menor reparo en avisarme a qué dedica su tiempo libre. "No sé si sabes que en estas casas se escucha todo"

Me extraña lo que me cuentan porque a mí no me pasa. Yo no oigo apenas nada de las suyas aunque, francamente, lo confieso, no aguzo el oído porque hasta me parece de mal gusto. Incluso apenas me molesto ya por los gemidos de la parejita que se ama frenéticamente pared con pared con la mía, aunque me alegro por ellos. Eso es felicidad. ¿O no?

De manera que me veo en la obligación de poner música a un volumen exageradamente alto para que las dos vecinas recriminadoras no consigan escuchar ruído o conversación alguna que provenga de mi casa.

Ni me quiero imaginar la de rumores que circularán y las cosas que dirán de mí.

No hace falta que ocurra nada paredes adentro. Las rumorólogas harán lo posible y lo imposible para que se hable, y si es mal mejor, son cosas que una aprende cuando se cría en un pueblo. ¡menos mal que también tiene una vecinas encantadoras!

Mi perro Bosco, ex-recluso de la perrera municipal de Vigo se monda aquí a mi lado, agarrándose la barriga para que no le exploten las carcajadas.


Se lo he dicho a él también y ahora manifiesto aquí mi más absoluta perplejidad, no entiendo como estas dos personas pueden tener interés en seguir tan de cerca mi aburrida, ramplona y monótona vida. Lo siento, no puedo dejar de imaginármelas con el vasito de yogurt pegado a la pared, pendientes más de lo que ocurre en mi casa que de la suya.

Prexuizos.

Hai uns dias, unha amiga que coñezo ben confesoume que vive dentro dun armario dende a infancia. A rapaza é intelixente, bonita, capaz profesionalmente, simpática e un encanto de muller mas ten unha doenza da que non se pode falar abertamente polo descoñecemento xeral que ten socialmente e o medo que provoca.

Acabo de saber que padece epilepsia e necesita ser medicada diariamente. Un dos seus maiores medos é, precisamente, que o descobran no seu traballo, onde non dubida que pode provocar o seu despido ou impedirlle a promoción que até agora tivo.

Lembramos tamén a un amigo común que padece unha enfermidade psíquica que nunca conseguíu incapacitarlle, mas que oculta como se dunha lepra se tratase mesmo entre amigos e coñecidos. Nós mesmas xuramos a máis absoluta discreción no seu caso.

As dúas concluímos que non están nun armario só os homosexuais ou os que teñen SIDA, senón unha variedade profusa de enfermos crónicos de padecementos que non teñen boa fama e, que como decía unha campaña publicitaria no caso do SIDA, o peor é non saber nada deles.

Certamente, na sociedade tan evoluída na que vivemos (ou así se dí), con tantos adiantos tecnolóxicos e tan disposta a asumir mudanzas, mantéñense aínda certos medos atávicos, certos prexuizos estúpidos, certo rexeitamento contra un grupo de persoas que prefiren estar ben pechadas dentro do seu armario antes que falar abertamente dos seus males.


Lembreime mesmo dun amigo, R., que sempre se queixa de que as referencias gráficas máis comúns da esclerose múltiple sexan persoas en cadeiras de rodas.

R. leva máis de 10 anos padecéndoa e, aínda que teña dificultades para moverse, consegue andar polos seus propios medios.


Os tres sufriron nalgún momento rexeitamento que lles provocou dor e aillamento e lles convenceu de que a mellor opción e levar a súa lotería vital en absoluto segredo.

A miña amiga reflicte sobre as bondades de non se poder autovictimizar. R está máis que farto de decirlle as rapazas que lle gustan que o seu non é contaxioso.

No decurso da conversa pensamos na cantidade inxente de persoas que vivirán dentro dun armario, sen nós o saber, por doenzas, gustos, orientacións sexuais ( nen todos os homosexuais viven en cidades, como dí a miña amiga) non comprendidos por unha sociedade que se chama a sí mesma avanzada e moderna pero na que perviven aínda prexuizos sociais contra os minoritarios, doentes, ou con orientacións e intereses diferentes a iso que se da en chamar normalidade

miércoles, 5 de enero de 2011

Por un prato de comida

Unha muller de pouco máis de 21 anos, cunha nena duns cinco revolve no lixo. Mete a cabeza en todos e cada un dos grandes contentores a procura de comida, mesmo roupa.

Sorpréndeme o da roupa. Ólloa de esguello. Parece rumana. É moi bonita pero está un pouco magra. A nena tamén está magra e por debaixo do percentil ese do que tanto falan os pais novos, é máis que evidente.

Xa non me sorprende ver xenté revolvendo no lixo pero a imaxe desta moza coa súa nena magóame máis do habitual.

Nun supermercado próximo as rapazas envolven ben a carne e os alimentos frescos que retiran dos lineais caducados ou a piques de caducar cando os botan ao lixo para que os vellos ou non tan vellos que frecuentan este improvisado banco de alimentos os poidan aproveitar.

O mellor dia é o sábado. O peixe vai todo fora. Mesmo os hai que agardan a que elas marchen para comenzar a procura, enfundando as máns nuns guantes de lavar a louza, talla XL.

O contentor que usan é o maior banco de alimentos improvisado dun barrio que pasa por ser medio-alto.

Algúns dos meus amigos pensan que esaxero. Desafiolles para co verifiquen cando queiran.

Non é unha consecuencia da crise. Coincidín con eles varias veces nestes últimos cinco anos.

Algunhas caras mudan, vexo máis mozos, máis emigrantes pero tamén españois. Organízanse entre eles, partillan...Aínda non vín trifulcas.

Non podo facer como se non estivera a pasar o que teño diante dos ollos como observo fan moitos veciños, pero cando eles miran para min, como xa me aconteceu nalgunha ocasión, tento transmitirlles todo o meu respeto e facerlles chegar, ollos nos ollos, que non os vexo parte do mobiliario urbán.

E que loitar por un prato de comida, traballando ou revolvendo no lixo, é igualmente digno.

Más que felicitación, carta protesta

¡Hala! ¡Ya estamos con la típica película pastelera del amor navideño! ¡Cuánto daño le hacen a la gente con esas babosadas y luego nos quejamos de que los niños hablan como en las series!

Es verdad, Duarte, que me pongo macarra negándome a compartir el espíritu navideño pero hay un día inconcreto, en el que hay un clic estúpido dentro de mí, y me invade la nostalgia y la navidad entra a saco y me descoloca y me embarga la emoción de lo que fué, lo que pudo ser y lo que será y me da por construir felicitaciones como ésta.

Dado que el mayor viaje que hago es a mi mundo interior tiendo a analizar mucho determinadas cosas... Sí, tengo tiempo para pensar. Es más, lo busco como sea, me gusta, me lo paso bien, pues os cuento lo que he venido barruntando en el 2.010.

Para empezar confieso que estoy cansada de predicciones apocalípticas y quejas generalizadas. Sé que la situación no es buena, que la economía no marcha, que hay mucho paro, que si la situación financiera, el PIB, la gestión de la crisis, etc, etc...pero creo que nos están amargando y cabreando todos los días gente que, por cierto, vive como Dios.

Nos están haciendo creer que debemos preocuparnos de las cosas que les preocupan a ellos, y lo que es peor, nos están convenciendo de que no hay otro mundo posible que el que nos pintan, que no se puede hacer nada, salvo acatar y callar, sin poner nada en tela de juicio, sin siquiera discutirlo. Me enerva.

Y enlazo con mi segunda preocupación. El estado general de mi entorno, de parte de mi entorno, que lo pasa mal. Y recuerdo una conversación con Charo que me repite muy a menudo que esto significa crecer, que las vidas se complican y los problemas son menos con 20 años que con 40, y sé que tiene razón pero me niego nuevamente a acatar más que lo que no queda más remedio que acatar, como la muerte de la gente que quiero o sus enfermedades.

Sin embargo, veo cada vez más amargura aunque ningún médico la diagnostique. Resignados a su suerte, estos pacientes se ven mayores para casi todo. No quieren construir nada, hacer nada. Les falta chispa. No les gusta su vida y no están dispuestos a hacer nada para cambiarla.

Peor aún, tampoco te apoyan cuando tú quieres hacer algunos cambios en la tuya, cuando proyectas o expresas tus deseos nunca nada es posible y todo va a salir siempre mal.

A menudo recuerdo una conversación que tuve con un octogenario que me agarró por el brazo cuando le despedía, y me dijo, “vive la vida, disfrútala, cuando quieras darte cuenta será demasiado tarde” y me tuvo pensando una semana con esa frase el tío. Me inquieta ver como madurez y amargura, en algunos casos, van de la mano.


No soporto la falta de respeto generalizado y la cantidad de jueces profesionales sobre la vida de los demás que pululan por doquier. Seguramente también yo lo hago. Como nos erigimos para destripar con saña la vida de todo el mundo sin un miligramo de empatía.

Incluso comienzo a no soportar a los que, cargados de buena voluntad, pretenden cambiar la vida “equivocada” de los otros. Cuanto más tiempo pasa más convencida estoy de que no se puede hacer nada para ayudar a alguien que no lo pide.

Veo, además, una tendencia social hacia la uniformización, que incluso va por barrios, por ideologías, por maneras de ver ó entender la vida que me preocupa aún más. Por tal motivo, quiero repensar y analizar toda la invasión de información que recibo o de “tendencias” de pensamiento o análisis porque cada año que pasa me toca más las narices lo políticamente correcto, sea cual sea el emisor del mensaje.

Sufro con los que mangonean a conciencia, los que se crecen atacando a los más débiles; ese maltrato de baja intensidad casi imperceptible, esa exigencia injustificada sólo hacia las niñas ejercida tantas veces por nosotras, las que hemos sido víctimas de esa educación. Como si una niña no pudiese tener carácter o dar una mala contestación o reclamar su espacio.

Lo gracioso que resulta cuando lo hace un niño, sin embargo.

No entiendo como se justifica la ausencia de ética, de meritocracia, de deontología profesional, los pequeños hurtos, los fraudes fiscales...Y resulta paradójico que luego nos llenemos la boca exigiendo limpieza en el ejercicio de su cargo a los políticos pero le digamos a quien la pide a menor escala, si no sabe en qué mundo vive o de qué higuera se ha caído.

Me disgusta también, coincidiendo con Ch., la gente que confunde soledad física con mental. Y me revienta, pero mucho, como somos de invasivos y de maleducados aludiendo a que es un rasgo del carácter español o meridional.

Me irrita que tampoco se entienda que se puede ser timidísimo con cuarenta y tres ó con cincuenta y que ahora todo el mundo se ponga esa etiqueta, con lo difícil y jodido que es ser así, y lo que cuesta socializar incluso cuando se supera con los años. Si hablas hasta con los floreros, ni eres tímido ni lo has sido en tu vida.

Y comparto un análisis que alguien expresó en una red social con el que estoy de acuerdo. Que no entiende como se monta tal estruendo contra la Ley Sinde, aún estando de acuerdo con los que se oponen, y no contra los goles que nos meten todos los días.

Y entre los goles que este señor no contempla a mí me preocupa mucho, cada vez más, como se enrarece el clima social con luchas intestinas de una y otra parte, muchas ni siquiera son nuestras ni nos afectan, por ejemplo. Mi desafección cada vez mayor con los que dicen representarme tiene mucho que ver con ese clima de ataques, dimes y diretes de cosas muy importantes, no digo que no, pero también con la ausencia de otras, que muy a menudo se olvidan.



La vida sigue. Y esto no es una felicitación, es una carta protesta. Lo sé. Mi deseo para el 2.011 es naif e ingenuo pero creo que necesario. Quiero que mi gente y yo también, porque se me olvida muy a menudo a pesar de haberse convertido en mi máxima ambición, sea feliz, se atreva a ser feliz.

martes, 4 de enero de 2011

Luces navideñas

Mi médico dice que el mundo en diciembre se divide entre los que aman y los que odian la navidad, y que sólo un reducido grupo de personas, quiero creer que inteligentes, viven estas fiestas con absoluta indiferencia.

Yo ingresé hace años en el club de los cansinos, irritados y ofendidos que no dejan de pedir a gritos su final desde mediados de diciembre hasta bien entrado enero.

Uno de estos días salí de casa dispuesta a maldecir cualquier motivo de decoración navideña; alcé los ojos al cielo clamando piedad y me encontré en uno de los balcones un juego de luces, dispuesto de forma que me pareció caprichosa en un primer momento, hasta que reparé que aquel adorno pretendía mandar un mensaje a todo aquel que lo viese, formando una o varias palabras.

Cada vez que salía de casa me detenía un momento ante el edificio vecino, tratando de descifrar el saludo de felicitación.

Una tarde despejada de cielo azul y frío una mujer se situó a mi lado buscando lo que observaba tan abstraídamente, supongo que por imitación y curiosidad, como suele ocurrir cuando vemos a alguien en tal disposición, y leyó la máldita frase que a mí no acababa de entrarme en la cabeza. "Te amo", dijo, y se fué sin más, con una amplia sonrisa.

Durante todos estos días difíciles de irritabilidad o emotividad navideñas he mirado hacia ese balcón, cumpliendo con un rito de saludo diario al atravesar mi portal para enfrentarme con el mundo. "TE AMO", leía, e imaginaba todo tipo de historias. El grito de una mujer abandonada, el de una pareja recien constituída, el de un adolescente que acaba de desembarcar en el mundo de los afectos...

El otro día me sorprendí respondiendo a las luces del vecin@. "Yo también a ti". No sabría como pedirle que ese mensaje trabajosamente elaborado con un juego de luces navideñas debería permanecer ahí todo el año. Quizá acabaría por integrarse en el paisaje diario sin más pero casi estoy por asegurar que no, que conseguiría hacerme un poco más feliz.

domingo, 2 de enero de 2011

El comienzo

Entre los variados propósitos que una afronta cada comienzo de año asumí como inaplazable este 2.011 la creación de mi propio blog con bastante temor, cierto pudor y sin objetivos muy claros más que el de escribir, escribir y escribir procurándome un placer egoísta y, no sé si pretendiendo el aplauso o la aprobación de lectores desconocidos.

No diré que no puesto que se supone que cada cosa que ponemos sobre el papel busca destinatarios pero, ¿cómo decirlo? Creo que pertenezco al tipo de personas que escriben por compulsividad, porque no saben vivir sin hacerlo.

Yo lo he hecho en multitud de ocasiones para entenderme, para comunicar con gente a la que quería y con la que no lo conseguía simplemente conversando, para despertar emociones, para compartir, para vencer la timidez, para soñar, porque sí y porque no y, cuando decidí vivir de ello de la mejor forma que sabía, porque me lo exigían todos los días.

El periodismo me enseñó muchas cosas sobre la escritura, y me abrió ventanas dentro de mí misma pero cuando le dedicas un horario laboral es difícil llegar a casa y sentarse ante un ordenador con afán narrador, o al menos lo era para mí.

De manera que entre la cantidad ingente de libros que aún me quedan por leer y los que ya he leído me he convencido a mí misma de que quizá un día publique el mío sin temores ni pudores, y construya algo digno, o quizá no, quizá forme parte de esa legión de aficionados a la escritura, que lo somos sin más.

Este blog da comienzo con el único fin y objetivo, a día de hoy, de no dejar de hacer lo que más me gusta. Es casi una excusa. Si por el camino consigo adeptos lectores, bienvenidos a todos.