martes, 4 de enero de 2011

Luces navideñas

Mi médico dice que el mundo en diciembre se divide entre los que aman y los que odian la navidad, y que sólo un reducido grupo de personas, quiero creer que inteligentes, viven estas fiestas con absoluta indiferencia.

Yo ingresé hace años en el club de los cansinos, irritados y ofendidos que no dejan de pedir a gritos su final desde mediados de diciembre hasta bien entrado enero.

Uno de estos días salí de casa dispuesta a maldecir cualquier motivo de decoración navideña; alcé los ojos al cielo clamando piedad y me encontré en uno de los balcones un juego de luces, dispuesto de forma que me pareció caprichosa en un primer momento, hasta que reparé que aquel adorno pretendía mandar un mensaje a todo aquel que lo viese, formando una o varias palabras.

Cada vez que salía de casa me detenía un momento ante el edificio vecino, tratando de descifrar el saludo de felicitación.

Una tarde despejada de cielo azul y frío una mujer se situó a mi lado buscando lo que observaba tan abstraídamente, supongo que por imitación y curiosidad, como suele ocurrir cuando vemos a alguien en tal disposición, y leyó la máldita frase que a mí no acababa de entrarme en la cabeza. "Te amo", dijo, y se fué sin más, con una amplia sonrisa.

Durante todos estos días difíciles de irritabilidad o emotividad navideñas he mirado hacia ese balcón, cumpliendo con un rito de saludo diario al atravesar mi portal para enfrentarme con el mundo. "TE AMO", leía, e imaginaba todo tipo de historias. El grito de una mujer abandonada, el de una pareja recien constituída, el de un adolescente que acaba de desembarcar en el mundo de los afectos...

El otro día me sorprendí respondiendo a las luces del vecin@. "Yo también a ti". No sabría como pedirle que ese mensaje trabajosamente elaborado con un juego de luces navideñas debería permanecer ahí todo el año. Quizá acabaría por integrarse en el paisaje diario sin más pero casi estoy por asegurar que no, que conseguiría hacerme un poco más feliz.

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