jueves, 3 de octubre de 2013

La "o" con un canuto

Hace poco se lo escribía a un periodista cuyo trabajo admiro en un post de facebook. "Hace años que la profesión periodística en este país necesita un buen vapuleo". Y concluía algo que pienso de verdad. La responsabilidad es de todos los que la ejercimos y  permitimos que llegase a esta situación.

Y, no sé por qué, ví  el despido de esos 129 trabajadores de El País como el culmen de un proceso que empezó hace mucho tiempo, cuando no es así. Habrá más EREs en otros medios, los hubo antes y los va a seguir habiendo. 

Yo conocí poco los buenos tiempos del periodismo. Escasamente de becaria. Tuve muy buenos compañeros, algunos buenos jefes y, aunque ya me había caído convenientemente del guindo al que me había subido mientras estudiaba, y estaba preparada para todo, no es lo mismo imaginarlo que vivirlo.

He visto y vivido condiciones de trabajo terroríficas, con jornadas maratonianas, sin apenas descanso. He conocido jefes que no están dispuestos a formar ni son ni pueden ser espejos en los que mirarse; formas y maneras de trabajar sin cuidar minímamente el lenguaje, sin pretender ser ameno, enganchar al lector.


Algunos hemos sido acusados de perfeccionistas por criticar un titular y una entradilla que presupone que el lector te sigue todos los días en una información que se prolonga indefinidamente; a veces sin interés alguno más que para el propio periódico. Y silenciar otras que podrian ser interesantes.

O por ser lentos y no escribir una información vomitándola y felicitándose por haberlo hecho en 15 minutos.

Tus compañeros, tu redactor jefe te dejaban claro, por si no te habías enterado, que había grandes anunciantes de los que nada se podía decir. Incluso había pequeños que llamaban para quejarse, alguna vez sin razón alguna.

Me puse muchas veces en el lugar del lector en aquella época y lo repetí hasta la saciedad. Este producto que hacemos no les interesa ó, lo podemos hacer mejor. Se reían. A ver si te enteras que el periódico lo mantiene la publicidad, tú sólo tienes que rellenar los huecos. Se me decía que el periodismo era éso, que o lo tomaba o lo dejaba. Comenzó a larvarse mi crisis, que iba y venía, porque quería vivir de escribir, y me había encariñado con esa profesión de una forma brutal.

Es verdad que estaba en un pequeño periódico de Galicia, hubo más, incluso otros medios. Y en todos ellos conocí a gente que compartía mi criterio; que pensaba que un producto inferior no engancha al público exacto, que es el que lee; era  gente que escribe muy bien, que tiene criterio, que interpreta bien la realidad, aunque luego no pudiese publicar esas cosas, o se les relegase a tareas de menor calado; mientras se premiaba al  adocenado. No lo recuerdo bien pero alguna vez llegué a decirles que por qué no publicaban  un album de cromos, cuando alguien me dijo que yo era una intelectual. ¿Intelectual? Ya me gustaría.

No entro en el noviazgo entre periodistas y políticos, en las imposiciones. En la rueda de prensa en la que se me ocurrió hacer una pregunta inconveniente, me debía haber sentado mal la comida, ya que nos aplicábamos la autocensura convenientemente, y el político pegó un bote en su silla, abrió mucho los ojos y miró hacia uno y otro lado y no me respondió, enredó de forma  muy profesional.

Me sentí una loca de atar porque hubo miradas de reprobación de compañeros. Si no recuerdo mal le pregunté por las cifras de paro, las de los años 90. Hubo mucha preocupación sobre lo que escribía y como titulaba aquella información cuando llegué a la redacción. Yo me dedicaba a hacer sucesos.

Ví rendirse a gente muy buena nada más comenzar, que tenían criterio, que querían hacer un buen producto. Emigraron, se fueron de Galicia, o simplemente lo dejaron.

Yo acabé haciendo lo mismo, emigrando y dejándolo, aunque no del todo. O no del todo al principio. Ahora sí. Y una parte de mí no se arrepiente en absoluto. Tengo un muy buen amigo, Justo se llama, que se pasó a la docencia y vivió situaciones similares a la mia y manifestó hace muy poco tiempo que no se ha arrepentido un solo día.

Por otra parte...¿Cómo diría yo ésto?...Hay alguna gente que aún está ahí en los medios, que puede parecer desde fuera que lo ha conseguido, aunque esa persona no lo vea así porque su ambición era desmedida, que...¿Cómo decirlo?...Cuyo ego, seamos claros, bate todos los récords, a la que le falta toneladas de humildad y, por tanto, de empatía. Y por tanto esa persona, como muchas que he conocido, sea incapaz de ponerse jamás ni en la piel de un lector, ni en la de una persona víctima o protagonista de una noticia. Y ésa, por desgracia, es la gente que comnienza a tener peso específico en los medios de comunicación españoles. Gente que no pone jamás al poder en un brete y que en tatísimas ocasiones no sabe hacer la "o" con un canuto.










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