lunes, 29 de julio de 2013

Reencuentros


Hay gente que no deberia volver a la vida de uno nunca y perdones que jamás deben otorgarse. En esa tontería del hacerse mayor, de la vida que pasa implacablemente, a veces tenemos la tentación de mirar hacia atrás con nostalgia. Es una enfermedad que no se cura con los años, se recrudece. Y buscas a los amigos que se quedaron en el camino, de los que te alejaste por la distancia, el paso del tiempo u otros motivos.

 La poderosa intuición suele guiarte bien. Cuando te apetece mucho ver a alguien; cuando todas las sensaciones son buenas; cuando ni sabes por qué dejaste que la distancia enfriase la amistad y la comunicación el reencuentro funciona y uno tiene la sensación de que no hayan transcurrido años, apenas quizá unos días y todo fluye como si jamás se hubiese interrumpido.


Nada de lo que les cuentas que te pasa les sorprende, porque te conocen, aunque tú pienses que has cambiado de arriba a abajo; y probablemente sea cierto que lo has hecho. Ellos han pensado en ti, en como sería tu vida, has mantenido contactos escasos. Tú también en ellos. Fueron muy amigos tuyos. Lo siguieron siendo. Te añoraban igual que tú a ellos, cuando los necesitabas como sólo se puede necesitar a la gente con la que se ha crecido, con tanto pasado y tantos recuerdos en común.

No todos los reencuentros son necesarios. La nostalgia es selectiva y a veces uno repara en los porqués de su distanciamiento justo cuando tiene delante a quien puso en el congelador durante años. Es más, recuerda de golpe todas las pequeñas cosas (o no tanto) que han levantado un muro de desconfianza. Se pregunta si el fallo es suyo. Si es uno quien no está a la altura de la amistad o de la persona que tiene delante. El cariño es poderoso y cegador.

Recuerda incluso a  quién le advirtió contra cierto defecto intolerable. Ese materialismo que no es de ellos; ese constante medir lo que uno puede conseguir del otro. Esa gente que no sabe querer a los que nada tienen por lo que son aunque tengan tantas cosas que aportar. Que no sabe dar sin más, sin esperar nada a cambio.

Piensa, en definitiva, algo que ha aprendido con los años. Que uno es también como la gente de la que se rodea. Que hay que cuidar mucho el propio entorno. Que éso es también saber quererse.














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