viernes, 15 de noviembre de 2013

Contando las horas

Directa relación entre sus movimientos y mi imaginación calenturienta. Me susurra algo inaudible y reconstruyo lo que no he conseguido descifrar a algo que me agradaría oír.

En una esquina de un bar emborrono una libreta. Hago que pinto aunque nunca he sabido dibujar y pongo la oreja, uno de mis vicios secretos. Hablan de su viaje a la ciudad con la que ahora me reencuentro. La que fue mía. Fantasean sobre un improbable viaje a Nueva York y al MOMA. Dirán que han estado allí. "Para mentir bien hay que documentarse".

Vuelvo a mi rincón. Dos mujeres muy jóvenes destripan sus afectos y racionalizan al máximo,  sus relaciones actuales. No sale la palabra amor, ni cariño, pero sí sale cazar, atrapar y un sinfín de posesivos; inapropiados desde mi punto de vista.

Mi runrún, inaudible en medio de la rutina, se hace dueño de mí en un fin de semana de asueto y regreso enfadada. Conmigo misma. No lo pretendía pero he tenido un inside y las conclusiones son demoledoras.

Mis reencuentros funcionan. Mis amigos guardan. No cuentan mucho de lo que les sucede, aunque gestos mínimos les delaten.

En un momento concreto,  es la mujer de uno de ellos la que saca a relucir el motivo de aflicción, con espontaneidad y sin aspavientos.

Intuyo sufrimiento en mi amigo que lleva su desamor con tal dignidad que me sorprende. Me admira su tranquilidad. Sé que la procesión va por dentro y no digo nada pero sé que exteriorizaría bastante más y monologaría sin parar sobre los motivos de la ruptura, sobre su necesidad o la injusticia de su sorpresa.

Hablaría de mí y del sufrimiento, y la emoción me embargaría. ¡Un coñazo!

Mi amiga, que trabaja en la salud pública, y es sabia, dice que guiarse por el corazón y no por la cabeza es lo que nos hace únicos e irrepetibles.

Su hija de catorce me hace notar que mi desconcierto es el suyo y comparte conmigo que los problemas hay que contarlos, gritarlos, llorarlos o sumergirlos bajo el peso de 80 kilómetros en bici o una caminata de horas.

Queremos las mismas cosas aunque nos sintamos especiales. Nos une mucho más de los que nos separa.

Mi perro tiene una vida regalada y duerme casi todo el día y alguien me hace notar que quizá seamos una raza superior pero no demasiado inteligente cuando nuestras mascotas viven como reyes mientras nosotros nos matamos a trabajar o sufrimos como animales; adelantándonos a las situaciones que aún no se han producido, y quizá ni siquiera nos toque vivir, poniéndonos siempre en lo peor.

Le echo de menos físicamente.  Le sugiero, de broma, que me trate como una vulgar amante de los años sesenta en España, con su pisito montado. Se ríe. Ya faltan algo más de 24 horas y el tiempo no acaba de pasar.

Las dudas se disipan y he decidido dejar de pensar en ese terreno y sólo sentir. Sea cual sea el resultado y previendo que todo tiene un final.

Suena Keane. Una canción que me gusta. También a D. Cada uno recuerda como acude a un conciertazo de un grupo como éste, que tampoco acaba de convencernos e intercambiamos exaltados la misma común experiencia. Animales de directo nos ganan para su causa.

Leo sus últimos "guachaps". Me escribe algo que apenas se atreve a pronunciar. Me sonrío. Lo ha dicho, aunque sea por escrito. No sé si debo otorgarle un significado especial, pero me gusta leerlo . Por extraño que parezca hubiese preferido escucharlo. En un caso como el suyo, tiene mucho valor, extraordinario por inusual.

Mañana será un gran día o no.

Cuento las horas y ne mata la ansiedad.







2 comentarios:

  1. Viki, una periodista es capaz de mostrar la realidad a los demás a través de la escritura: Eres periodista. Eres buena periodista. No hay duda.
    Lo del pan nuestro de cada día es otro cantar.

    ResponderEliminar
  2. Un amigo periodista que también colgó las botas dice que uno nunca deja de serlo pero yo tengo mis dudas. Y desde luego, no pretendo hacer ésto aquí. Claro que una puede pretender una cosa y hacer otra.

    ResponderEliminar