sábado, 24 de diciembre de 2016

"Vivir para contarlo"

Volviendo de la terapia de conversación interminable con las costas,a las cuatro de la mañana, caí en la cuenta de que ya soy vieja.

 No es un descubrimiento reciente. Mi espejo me devuelve cada mañana una imagen con la que me cuesta reconocerme cada vez más; mientras intento estirar las patas de gallo, o presiono con las puntas de los dedos de los pómulos hacia arriba; como si así pudiese combatir el descolgamiento e irremediablemente  me acuerdo de Paco, que siempre me sugería con guasa "unos hilos de oro rusos" desde el mentón hasta las sienes.

Él ya no está aquí. Se fue pronto, como G, deportista y sonriente, a quien una mañana se le paró el corazón de repente.  Es verdad que yo también quiero esa muerte sin agonías, pero también pienso que vivir, querer seguir viviendo, con una vida plena, y luchando por lo que una quiere; sin dejar de hacer cosas por una satisfacción tan perecedera  como ésta de construir un blog sin tiempo, es lo verdaderamente importante y revolucionario.

Como cada año, por una costumbre que inicié hace 16, me despido del año que se va, hago resumen y me lleno de propósitos para los próximos 12 meses en una carta felicitación navideña, que suele ser muchas cosas pero nunca es breve. Esta lo será más que ninguna.



Me hago vieja porque a las 4 de la mañana puse radio 3 en el coche y escuché "devuélveme la vida" para que, a continuación, una locutora con pretendida voz sexy la recitase, como si los oyentes no hubiesémos entendido nada y, ¿la verdad?...

  La verdad es que añoré mucho programas como caravana de hormigas, que se emitían hace más de 20 años , y probablemente casi 30,  y me dije a mí misma, estás hecha una viejuna.

Igual que añoro a muchos otros, algunos como Bowie o Cohen u otros; y tantas mujeres admirables que se llevó este año consigo, quizá para que no lo olvidemos nunca. Mi memoria me falla pero 2016 fué luctuoso como pocos.

Se llevó a P., una mujer sabia, que no tuve tiempo a despedirse, y lo supe hace nada, meses después. Cierta melancolía que no ha podido conmigo y una mala leche inesperada, rabiosa, tienen que ver con su recuerdo; ya no podré reírme ni relativizarlo todo. Ella tenía una habilidad fuera de lo común para conseguir que hiciese ambas cosas, nos veíamos poco pero compensaba mucho

Este ha sido un año de enfermedades de seres próximos y de tiempo transcurrido en hospitales. Imposible no pensar en la muerte, en la vejez;  en como se cargan alegremente el sistema sanitario también.

Los hospitales para los familiares, las visitas, te ponen en tu lugar  en el mundo.

Durante las horas en los pasillos bebiendo ese  café intragable, las noches interminables, el enfrentamiento con el dolor ajeno; la preocupación de familiares de otros enfermos, con los que se hace terapia mutua,  ayudan a descubrir lo que se olvida;  que lo importante es estar aquí. Que si se tiene ese privilegio, incluso siendo un viejuno, hay que hacer o intentar que la vida de uno sea,  no solo digna, también plena y satisfactoria.


Y sin buscarlo, ante la preocupación por la mala salud de los próximos, una intenta prepararse para los adioses sabiendo que es una batalla perdida, pero intentando tomar conciencia.

Se lo dije hoy a Duarte, no muy en serio, que debíamos recuperar las misiones pedagógicas de la segunda república; aunque esté convencida de que la conciencia crítica y su ausencia, la des-información, la ignorancia...sean las responsables de la abulia generalizada ante la corrupción, por ejemplo.

Hay que armarse para lo que viene. Ese fascismo de nuevo cuño encarnado tantas veces por gente muy joven (a veces con títulos universitarios) que votaría a Trump si fuese americano, te dicen, con un argumento racista a más no poder; o que Franco no fué tan malo e hizo cosas buenas.

No es sólo un problema de desmemoria histórica, de ignorancia y prejuicios. Es que el fascismo comienza a fascinar otra vez a mucha gente. Silenciosa y paulatinamente no dejan de crecer sus adeptos.

E involucionamos, hace ya algún tiempo, somos más machistas, más racistas, perdemos en calidad de vida, trabajamos más por menos, fríen a impuestos  al autónomo o pequeño empresario, anunciando para colmo que en 2017 ya no podrá aplazar el IVA.

La clase media o lo que queda de ella continúa pagando los platos rotos mientras los pocos que se benefician de la crisis nos acusan de ser vagos, de enfermar demasiado, vivir muchos años, querer comer tres veces al día... Nos preparan para que asumamos como justos recortes que sólo a ellos y sus empresas benefician.
Esta crisis es algo más que una estafa. Es un negocio redondo.

Mi deseo para el 2017 es una generalizada rebeldía. Que sólo puede comenzar por informarse, documentarse y dudar de esos mantras goebelsianos con los que se nos intoxica a diario.
Ya sé que no habra barricadas o violencia. Tampoco la quiero. Pero sueño con una sociedad que se rebele contra aquello que le perjudica. Y necesariamente esa rebeldía debe comenzar por lo que tenemos más próximo.  Aunque resulte tentador comportarse como a uno le tratan, sin oponer resistencia; aunque nos consideren menores de edad o necios sin conciencia,  no podemos actuar como si de verdad lo fuéramos. Y, mientras tanto, a seguir aquí, a "vivir para contarlo".

Que la navidad os sea leve y 2017 un año de muchas menos tragaderas.

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