miércoles, 17 de abril de 2013

La docilidad tiene un coste

Estos años de crisis han cambiado mucho a la gente que conozco. De repente, me descubro escuchando a alguien muy de derechas enarbolando un discurso que le hubiese parecido en tiempos radical y de izquierdas. Ya estoy escuchando a algunos: "No existe la derecha o la izquierda, no existen las ideologías". ¡Vaya si existen! ¡Y con esa ventaja juegan los que nos gobiernan! Con nuestro propio desconcierto ante lo que sucede.

He sido injustamente crítica con un movimiento llamado 15 M. Los que me conocen lo saben. Es verdad que lo quiero todo y lo quiero ya pero, mientras nos hemos dedicado a los juegos florales, la apisonadora del recorte de nuestra sociedad del bienestar avanza inexorablemente. De seguir así, en unos años no reconoceremos el país que habitamos.

Hay un lenguaje pernicioso y que tira a dar que emplea esta derecha, a la que ya no puedo soportar. Ése que llama nazis a los que hacen escrache ( el escrache lo inventó la tuna, decía con sorna un conocido) o que dejan claro que hay ciudadanos responsables que dejan de comer para pagar su hipoteca y otros que no.

Como, además, aquí se puede decir lo que se quiera porque la falta de calidad democrática de este país jamás les obligará a dimitir, quienes nos gobiernan abren sus bocazas y escupen todo tipo de sandeces sin pensar. Permitidme que haga lo mismo.

Este mes de abril espero que ocurren cosas que lo cambien todo para mejor. Me imagino en Lisboa, un 24 de abril preparando una nueva revolución pacífica contra la troika, la asfixia ciudadana, los recortes en un país que acababa de levantar la cabeza después de una crisis local cuando le tocó la global.

Me imaginaba al nuestro saliendo a la calle el 14 de abril, para conmemorar algo más que el advenimiento de una república a la que no se le dejó ser.

Lo sabéis quienes me conocéis. Vivo en una ciudad cuya historia de movilización en la calle es épica y pertenezco a una familia de mujeres fuertes, luchadoras y bravas. Me hace daño esta docilidad que no va a ningún lado. Cuándo pienso en ellas me las imagino diciéndome. ¿A qué esperas, qué hacéis tan quietos, tan tranquilos, aceptando lo que se os viene encima sin más?

Debe ser que mientras publicamos chorradas como ésta o carteles llenos de verdades en redes sociales estamos pacíficamente en casa, tragando con todo, pensando ¿es que nadie va a hacer nada? Sin hacer mucho más ninguno de nosotros.

No puedo seguir instalada en una queja que no va a ninguna parte y que es tan desgastante y me puede esta docilidad, esta falta de unión entre todos los afectados por la crisis, a día de hoy no se libra nadie, que se asoman cada día a una pantalla de televisión, ordenador, tablet o smartphone para hacer una revolución virtual que no está consiguiendo mucho.

Y sí, claro que habría que premiar a la plataforma "Stop Desahucios" por haber sido los únicos que no han cejado en su empeño, no han cedido ante las amenazas y continúan dando la batalla sin plantearse dejar de luchar. Ése es el espíritu.




miércoles, 10 de abril de 2013

"Abril es el mes más cruel"

Hoy, cuando salía de la piscina, el vigilante me hizo un gesto con la cabeza y me dijo "hasta la próxima". Me sentó bien verle, igual que a uno al que ya hemos apodado "el molinito" que nada a crawl con las palmas de las manos abiertas y cada vez que impactan con el agua, resuenan en un espacio en el que apenas se escucha nada. Me alegré de haber retomado viejas rutinas.

Me encontré con la mujer de la obesidad mórbida y hablamos de los pequeños hurtos. Que si me han robado una chaqueta, que si a una señora le llevaron la bolsa.

Cuando volví al vestuario estaba aún arreglándose y, a pesar de mis prisas, la ducha a toda leche, y mi inconstante atención me soltó que a una chica le llevaron la ropa interior, y que una señora tuvo que irse a casa en bañador y chanclas porque no tenía dinero para un taxi ni nadie que pudiese venir a por ella. Estaba ficcionando, alucinada, mal.

Abril es el mes más cruel recordé al ver a una chica con una delgadez sólo fruto de la anorexia. Intentaba convencer a una señora de que tan sólo tenía 28  años, y estaba agitada, quería estar en forma, decía.

Se notaba a la legua que no andaba muy fina. Nos quedamos a solas. La señora, que podría ser mi madre, y yo que podría ser la de la pobre chica, a pesar de su aspecto de más de 50  años. No creo que tuviese más que una talla 12, si la tenía. La mujer me miraba intentando comprender. "¿Pero tú la has visto?"..."No está bien, señora, es éso".

Me fuí con viento fresco y recordé lo duro que resulta perder pié y lo importante que es mantener el centro de gravedad, la rutinas, cierta autodisciplina; llevar a cabo los proyectos; seguir apostando, sobre todo, por uno mismo. La resistencia psicológica es lo más importante que tenemos.

Recordé a J. y nuestros intercambios de mensajes. Alguno en el que me dice que ciertos descarrilamientos no están mal. Yo comienzo a dudarlo. Le echo de menos, a él y a otros amigos lejanos.

Cada vez que vuelvo a la realidad y me subo a la rueda de hamster que es una vida "normal": despertarse, trabajar, horarios, comidas, piscina, paseos con Bosco, lavadoras, etcétera, una nostalgia un poco difícil de explicar se apodera de mí.  La nostalgia de una vida diferente que pude haber tenido, que quizá sobrevenga  cuando me canse de ser ésta y decida ser otra.

Como dice Yol, no podemos quejarnos, estamos bien, pero a veces nos imaginamos una vida de aventura que a ambas nos hubiese gustado tener. Los sueños son más bonitos sobre el papel, y suelen perder un poco de brillo cuando se hacen realidad, es algo que sé, que he descubierto.

Me gustó la sonrisa del vigilante, su gesto cómplice de, "otra vez por aquí". Me disgustan, y mucho, ciertas cosas que intuyo, y que siempre veo como irreales, como sin fundamento, cuando si están ahí será por algo.

Tengo ganas de ver a mis amigos que están lejos, ésos que sienten parecido, añoran cosas similares y me entienden con muy pocas palabras.

No pasa nada, es sólo nostalgia, la confirmación de que el tiempo va pasando y de que ciertos sueños quizá nunca lleguen a perder brillo, nunca se conviertan en realidad.

A veces uno tiene la sensación de que crece en un día, en unas horas. Es como encontrar, de repente y sin pararse a pensarlo demasiado, la clave, el meollo de la cuestión de la propia existencia.