jueves, 9 de junio de 2011

Mujeres y hombres.

Una siempre tiene la impresión de que el desconcierto que muchas mujeres tienen con los hombres es único y exclusivo de las que estamos solteras, separadas ó divorciadas. Incluso piensa que sólo le pasa a mujeres de su generación. Y como tengo muchos amigos hombres, cada vez más, y desde niña me relaciono estupendamente bien con ellos, me niego a entrar en una guerra estúpida con los de ese género o a pensar que las mujeres somos mejores.

Recientemente, sin embargo, he descubierto que lejos de evolucionar y avanzar en este aspecto, también se involuciona y mucho. Las mujeres más jóvenes te lo dejan claro, los de su edad son más machistas que los nuestros.

Pero el problema no es sólo el machismo. El problema es que están perdidos. No saben relacionarse con las mujeres de hoy día. Como dice alguien a quien aprecio mucho, la revolución pendiente es la masculina. E igual que muchas casadas maldicen a la madre que ha educado a su prenda, algunas de las que nos relacionamos con separados o divorciados, maldecimos a la antecesora, que permitió ser quien es al monstruito con el que ahora te enfrentas.

Por no hablar de la alargada sombra que proyectan algunas ex, sobre todo si fueron ellas las que los dejaron. Eso le ocurre a mi amigo Suso, que no para de mentarla, casi siempre para mal, y luego dice aquello de, “no sé por qué no consigo enamorarme de otra cuatro años después”. ¿Pues por qué va a ser? Porque aún andas arreglando cuentas con la primera en tu cabeza.

No es exclusivo masculino, es cierto, pero como dice otro sabio amigo de 60, “los hombres digieren peor el dolor que las mujeres, ya sea físico o emocional” y él de eso sabe que es médico.

Por estas y otras causas hay mujeres que deciden utilizarlos sexualmente como ellos han hecho siempre con nosotras. No tanto por gusto, o eso dicen, sino porque están convencidas de que jamás las comprenderán y las querrán como les gustaría ser queridas.

Otras se aíslan cada vez más y barruntan si lo de ser lesbiana no sería mala cosa. Y algunas nos empeñamos en entendernos con ellos, comenzando por explicarles que tú no eres ni quieres ser como su madre y menos aún como su ex.

Es más, intentas que comprendan que la clave está en que dejen de mirarte como mujer- ser de otro planeta y comiencen a mirarte como mujer-persona de su misma especie, como a un igual que merece el mismo trato que a ellos les gustaría recibir y a la que normalmente le atormentan los mismos pesares.

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