miércoles, 30 de noviembre de 2011

La rabia con quien se la merece

Un nuevo signo de los tiempos que corren, en los que mucha gente acumula problemas irresolubles a corto plazo, es que se desata la rabia y la agresividad a la mínima oportunidad que se presente.

Vivo en una ciudad que lo favorece porque los vigueses somos especiales. Una mezcla explosiva de las diversas procedencias de sus habitantes; bastante poligonera a veces, que presume de rasgos canallas ( no lo entiendo) y da como resultado ciudadanos casi siempre muy estresados, impacientes, al borde de un ataque de nervios o de corazón. lo que implica que nuestro grado de civismo deje mucho que desear y, por tanto,  también nuestra educación.

Quiero a mi ciudad, pese a todo, incluso cuando me mimetizo o me siento agredida por sus ciudadanos. Me avergüenza ser yo la que agrede, la que se pone frenética por nada, la que tiene el día histérico. Entiendo que el urbanismo improvisado, el tráfico que nunca fluye y un sinfín de razones configuran carácter. Es más, pienso que si uno es mínimamente objetivo y no le ciegan los colores no hay más opción  que tener con Vigo una relación  de amor-odio.

 La impotencia de una ciudad en la que se ha disparado el desempleo, la pobreza;  que destruye su tejido industrial;  que tiene menos futuro a medio  plazo ha disparado su grado de incivismo y agresividad.  Es un indicador de que las cosas no marchan. Lo percibo a diario y entiendo que ocurrirá lo mismo en otros lugares.

Y, sí, también se detecta en los enlaces  que la gente "cuelga" intercambia o comparte en las redes sociales, en los comentarios de los lectores de las noticias; en las llamadas de los radioyentes. En las pintadas, incluso.

El hartazgo es mucho, la impotencia rebasa todos los límites tolerables y a cada uno le sale el enano mental que lleva dentro. Hoy,  por ejemplo, me tragué alucinada el vídeo de una británica de pura cepa - se le supone-  con un bebé en brazos, vociferando en el metro de Londres contra los negros y los polacos. Lo más llamativo es que el niño no se inmutaba, debía estar acostumbrado a una mamá completamente descontrolada.

Me parece  terrible que nos estemos habituando también a este tipo de miserias;  dar rienda suelta a nuestra impotencia sin una mínima reflexión. Lo peor de todo es que la emprendemos con el que tenemos más cerca,  le hacemos la vida insoportable al que no tiene la culpa de nada e incluso está dispuesto a escucharnos ayudarnos, acompañarnos. Y esto en una ciudad poco amable resulta insufrible.

Es más, se palpa un nuevo rencor social del que está mal contra el que está mejor, pero no contra el que se aplica sueldos de escándalo, contra los corruptos, contra las GRANDES empresas que reciben dinero público y aplican ERES para que el trabajo que antes hacían cuatro lo haga uno ( ya hay quien dice que no hay menos trabajo, hay menos gente haciéndolo)   o contra ese entramando financiero, las grandes corporaciones, las agencias de calificación,  los verdaderos responsables de esta situación.  No señor, contra éstos sólo despotricamos en  la barra de un bar, a lo sumo.   La culpa es de los funcionarios; de los fijos a los que resulta muy caro despedir;  de la gente mayor que cierra el paso a los jóvenes; de las televisiones públicas que salen muy caras; de los culturetas, del matrimonio gay o del aborto, de los emigrantes... ¡Lo flipo! Como diría una amiga.

No se trata de exigir que todos estemos mejor. El nuevo objetivo es que todos estemos  mal. Igualar por abajo. 

¡Hagamos nuestro el enano mental de los que nos van a gobernar; de los que dirigen las grandes empresas de este país, o de cualquier otro lobby que, además y por ende, no piensa en los intereses del ciudadano, está pensando en los suyos propios!

Es muy complicado dirigir bien la rabia. Quizá se caracterice por su expresión descontrolada. No lo sé. A mí me abruman algunos túzaros próximos que no sé si pueden evitarlo o no, pero cuyo malestar me salpica sin yo buscarlo. Me disgusta tener que atrincherarme pero no pienso permitir más agresividad de ningún ciudadano en el paro o no;  con menos dinero para gastar que antes o no, ni un solo comentario equivocado. Yo no soy el enemigo. ( Y eso que no soy gay, emigrante o cultureta).

En cuanto a los que van a dirigir el buque en los próximos años, yo en su lugar me andaría con ojito clínico. Los ciudadanos nunca han sido fáciles de manipular pero ahora menos que nunca. Hay analistas que hablan de la posibilidad de una eclosión social y no me sorprendería pero lo dudo. ¡Tenemos unas tragaderas! A la viguesa que llevo dentro le encantaría montar la barricada y emular a los obreros del naval. Mi parte más razonable piensa que ése no es el camino, no puede ser el camino, pero la rabia también me puede, muy a menudo me puede.