“……..Soy alguien cuando me mira,
cuando me coloca un pañuelo alrededor del cuello porque presiente que tengo
frío; cuando me observa con afecto que no con amor, que ya me gustaría, porque supongo que yo expongo algo de
cualquier manera, y le gusta.
Soy alguien cuando quedo con él y
apenas me arreglo, porque sé que jamás me elegiría y, sin embargo, después me pesa. Porque me dice que muy
probablemente soy una de las pocas personas con las que se identifica tanto en
la manera de pensar y entender la vida desde hace tanto tiempo…A mí me recuerda
lo que de mí se dice cuando me cuenta que todas las mujeres de sus amigos
piensan que él los pervierte. Supongo que los casados sospechan de las solteras
y, ciertamente, lo último que les recomiendo es la separación o el divorcio. Él
les saca la calculadora. Yo les hablo de su corazón, de que les quieren
rabiosamente, cuando es así. O les pido que hablen, que hablen con ell@s, como
lo hacen conmigo. Sólo intervengo cuando
veo claras señales de maltrato físico o psicológico. Cuando no tengo muy claro
donde están mis amig@s en esa relación, que claramente les destruye, les
minusvalora.
A veces nos quejamos de que son
unos egoístas porque deciden no responder al modelo de pareja tradicional
mientras nosotras nos aferramos a él. ¿No te parece?.........”
A María, que se pasó horas hablándome del hombre que le
gusta y que jamás la elegiría. No con rabia, ni con desafecto. Con una inmensa ternura.
Para María, que por ser una romántica sentimentaloide sin cura, como la que suscribe,
y quizá sólo por eso, le gusta de vez en cuando, ejercer de mujer sin corazón
que todo lo puede.
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