viernes, 22 de noviembre de 2013

La intuición

Leo algún blog que me inspira y recuerdo a quien nos recordaba que "la intuición es la inteligencia demasiado veloz". No la tuvimos en cuenta hasta hacernos mayores. Curioso.

Hablo sin parar con mi amiga y después lo lamento. No es un monólogo pero casi. Recuerdo a Chema, otro sin palabras (conozco unos cuantos) que me repetía una y otra vez:  cuando se habla mucho se acaba por decir cosas que no se quieren decir. También ocurre cuando se habla poco.Es algo que he descubierto hace no tanto.

Mi amiga está muy entera aunque lleve escrito en la cara el estrés y cierto dolor que no saca a relucir conmigo pero sé que está ahí. Es un proceso natural.

En la calle, a las ocho de la mañana de un día de frío, dos personas se encuentran y hablan de como anda todo el mundo. Lo susurran, como si en lugar de ser una consecuencia del precio que nos están haciendo pagar por sus desmanes, fuese responsabilidad nuestra.  A mí como a S. me duelen  las cosas que les pasan a los demás. Somos empáticos e intuitivos. No sé si es buena o mala mezcla.

No le conozco personalmente pero el diario de su enfermedad me ha tocado. La salud es lo único importante, tiene razón Marta, éso se sabe cuando se pierde. No pienso que el relato de su proceso de recuperación sea exhibicionista. Está claro que le ayuda. Éso es lo único importante.

Entiendo que la gente quiera olvidarse de sus problemas y que éste sea un país de graciosos, como dice C., y que quien alberga penas tenga la tentación de ocultarlas,  pero sé que tragarse las cosas que le hacen daño es un viaje peligroso para el sujeto que lo emprende.

 Puede que socialmente no esté bien visto en un país al  que le gusta reírse. A mí también. Mi objetivo número uno es  no amargarme la vida. Aunque confieso que comienzo a  hartarme de cierta gente que  pretende tener gracia en los medios de comunicación. No todo el mundo vale para éso. Un soso intentando ser gracioso es patético.

Alguna  gente que conozco, más de la que me gustaría,  lo pasa mal. No se regodean. Algunos se ríen de su mala suerte o de su desgracia, según se mire. No huyo de gente así. Son amigos o gente que quiero. A veces me afecta. Aunque yo no pueda quejarme, sería egoísta, no quiero mantenerme al margen. Algunos se refugian en el silencio pero la gravedad de sus gestos lo dice todo. Casi todos somos más transparentes de lo que pensamos.

Me paso el día buscando chorradas para reírme y hacer reír. Y se las envío. Y les presto oídos, y les acompaño.

Y me digo que sí, que hay que pasar página, y ser fuertes, y luchar, y no dejarse vencer pero hay ciertos acontecimientos que llegan a la vida de cualquiera, sin buscarlos, y si toca penar, pues habrá que aceptarlo y asumirlo, digo yo. Sin dejarse arrastrar pero viviendo lo que toca.

No sé, esta noche me ha dado por reflexionar sobre las actitudes tan poco saludables que se nos han inculcado y de las que cuesta tanto liberarse.

En mi caso me aplico el consejo que le dió John Huston a su propia hija en su lecho de muerte, según palabras de la propia Angélica:  "Fíate de tu  intuición".





viernes, 15 de noviembre de 2013

Contando las horas

Directa relación entre sus movimientos y mi imaginación calenturienta. Me susurra algo inaudible y reconstruyo lo que no he conseguido descifrar a algo que me agradaría oír.

En una esquina de un bar emborrono una libreta. Hago que pinto aunque nunca he sabido dibujar y pongo la oreja, uno de mis vicios secretos. Hablan de su viaje a la ciudad con la que ahora me reencuentro. La que fue mía. Fantasean sobre un improbable viaje a Nueva York y al MOMA. Dirán que han estado allí. "Para mentir bien hay que documentarse".

Vuelvo a mi rincón. Dos mujeres muy jóvenes destripan sus afectos y racionalizan al máximo,  sus relaciones actuales. No sale la palabra amor, ni cariño, pero sí sale cazar, atrapar y un sinfín de posesivos; inapropiados desde mi punto de vista.

Mi runrún, inaudible en medio de la rutina, se hace dueño de mí en un fin de semana de asueto y regreso enfadada. Conmigo misma. No lo pretendía pero he tenido un inside y las conclusiones son demoledoras.

Mis reencuentros funcionan. Mis amigos guardan. No cuentan mucho de lo que les sucede, aunque gestos mínimos les delaten.

En un momento concreto,  es la mujer de uno de ellos la que saca a relucir el motivo de aflicción, con espontaneidad y sin aspavientos.

Intuyo sufrimiento en mi amigo que lleva su desamor con tal dignidad que me sorprende. Me admira su tranquilidad. Sé que la procesión va por dentro y no digo nada pero sé que exteriorizaría bastante más y monologaría sin parar sobre los motivos de la ruptura, sobre su necesidad o la injusticia de su sorpresa.

Hablaría de mí y del sufrimiento, y la emoción me embargaría. ¡Un coñazo!

Mi amiga, que trabaja en la salud pública, y es sabia, dice que guiarse por el corazón y no por la cabeza es lo que nos hace únicos e irrepetibles.

Su hija de catorce me hace notar que mi desconcierto es el suyo y comparte conmigo que los problemas hay que contarlos, gritarlos, llorarlos o sumergirlos bajo el peso de 80 kilómetros en bici o una caminata de horas.

Queremos las mismas cosas aunque nos sintamos especiales. Nos une mucho más de los que nos separa.

Mi perro tiene una vida regalada y duerme casi todo el día y alguien me hace notar que quizá seamos una raza superior pero no demasiado inteligente cuando nuestras mascotas viven como reyes mientras nosotros nos matamos a trabajar o sufrimos como animales; adelantándonos a las situaciones que aún no se han producido, y quizá ni siquiera nos toque vivir, poniéndonos siempre en lo peor.

Le echo de menos físicamente.  Le sugiero, de broma, que me trate como una vulgar amante de los años sesenta en España, con su pisito montado. Se ríe. Ya faltan algo más de 24 horas y el tiempo no acaba de pasar.

Las dudas se disipan y he decidido dejar de pensar en ese terreno y sólo sentir. Sea cual sea el resultado y previendo que todo tiene un final.

Suena Keane. Una canción que me gusta. También a D. Cada uno recuerda como acude a un conciertazo de un grupo como éste, que tampoco acaba de convencernos e intercambiamos exaltados la misma común experiencia. Animales de directo nos ganan para su causa.

Leo sus últimos "guachaps". Me escribe algo que apenas se atreve a pronunciar. Me sonrío. Lo ha dicho, aunque sea por escrito. No sé si debo otorgarle un significado especial, pero me gusta leerlo . Por extraño que parezca hubiese preferido escucharlo. En un caso como el suyo, tiene mucho valor, extraordinario por inusual.

Mañana será un gran día o no.

Cuento las horas y ne mata la ansiedad.