martes, 7 de mayo de 2013

Una naranja hablando con un bistec (Para Cris)

Un día lo dijo D. hablando de una amiga imprescindible: "Con unas pocas palabras deshace los nubarrones de mi cabeza" y lo entendí perfectamente y me apropié la frase. Me gusta mucho hablar con D.  con Cris, con Ana, con Salva; todos lejos y cada uno de ellos viviendo su crisis particular como puede. Nos ayudamos unos a otros a entendernos, dudamos, nos emocionamos, proyectamos cosas o buscamos fuerzas en las palabras del otro que corroboren nuestra opinión; que ordenen nuestro pensamiento o que lo desordenen. A veces también para continuar con la lucha. Hablamos por teléfono, nos escribimos mails, mantenemos el contacto. Esa comunicación imprescindible.

A veces uno tiene la tentación de reducir a la gente en categorías, de clasificarla, olvidándose de que todos somos complejos y nos mueven pulsiones muy diferentes, incluso contradictorias. Nadie es de Marte o de Plutón; Blanco o Negro; Bueno o malo. No. 

Como mi madre, como alguna de mis hermanas, yo clasifico cuando me cabreo, cuando me sale el genio y me digo, ya está bien de tanta comprensión y tolerancia. Me remango y me río un poco. Pero no es así, no. 

Toda esta gente con la que comunico, y otra mucho más que no cito, tienen mucha facilidad para emocionarse. Somos gente sentida, y por tanto nos entendemos. 

Es muy difícil explicar las cosas cuando se trata  de sentimientos. Y recuerdo la frase de Rubert de Ventos en el programa, "Pienso luego existo", sobre la dificultad de escribir. "...La renuncia absoluta de la escritura cabrona para meter tus pensamientos por un tubo". Me atrapó completamente ese programa. Estaba muy bien hecho. Sobre todo  por las cosas que decía;  

"Si vas con tus principios arrasas el mundo y lo filtras (...) Todo es pretexto para tu realización. (...) Para cada cosa, cada libro cada persona tienes  que ir encontrando el trato que te pide, que te requiere, que te necesita. Los valores homogeinizan a la gente. Yo prefiero una sociedad sin valores, más culta y con más cortesía". 

Y me recordó a ciertas conversaciones que mantengo con una amiga que vive muy lejos. A esa tentación que a veces tenemos de ver al otro bajo nuestro prisma; de pedirle que se comporte, diga o haga lo que esperamos de él, de ella. Juzgando y suponiendo que nuestra manera de estar en el mundo es la que vale, la que tiene peso, la correcta.

Nos pasa con gente a la que apreciamos mucho pero que tiene una manera diferente de entenderse o de pensar, como de otra galaxia para nosotras. 

"Es como una naranja hablando con un bistec", le dije. 

Quizá no tengamos la misma longitud de onda o nos cueste comunicar, pero también y debido a eso nos abrimos mutuas ventanas unos a otros, supongo. 

Le prometí que escribiría de ésto. Me cuesta. No lo consigo pero se lo debía.